Niñas nobles

Por desgracia, nuncaha estado claro aqué obliga exactamentela nobleza

Noblesse oblige". Esta sería, seguramente, la primera frase que aprenderían en clase de francés las alumnas del Colegio de Niñas Nobles, que estuvo ubicado en la calle Cárcel Baja. Ahora el edificio aloja una oficina de información turística.

Nobleza obliga. Por desgracia, nunca ha estado claro a qué obliga exactamente la nobleza. Hoy parece que obliga a adoptar una pose faltona e insultar a quien se ponga por delante. Así, Cayetana Álvarez de Toledo, XIII marquesa de Casafuerte, llamaba hace poco "terrorista" al padre de Pablo Iglesias, mientras que Iván Espinosa de los Monteros, hijo del IV marqués de Valtierra, ha tildado de "borracho" a Miguel Ángel Rodríguez y de "espécimen" a Pablo Echenique. Pablo Iglesias, quizá influido por estas malas compañías, invitó al mentado Espinosa de los Monteros a que cerrara al salir la puerta de la sala. Esta recomendación no llega a la categoría de insulto, pero todos nuestros políticos deberían evitar esos modales.

Según Rousseau, de todas las formas de aristocracia (natural, electiva y hereditaria), la hereditaria es la peor. Lo mismo podemos decir de la monarquía. Ambas comparten, además, sus problemas de comportamiento, con tendencia a empeorar. Igual que Fernando VII pasó de "deseado" a "felón", Juan Carlos I puede pasar de "campechano" a "comisionista".

Es verdad que no toda la política sonrojante es de sangre azul. Es el caso de Rafael Hernando, un plebeyo con maneras de aristócrata que intentó agredir a Pérez Rubalcaba, llamó "pijo ácrata" al juez Santiago Pedraz y se burló del aspecto físico del ministro Manuel Castells; ahora Hernando se ha dirigido a un Vicepresidente del Gobierno no como "Excelentísimo Señor" sino mediante la expresión "A ver Coletas" (así, sin coma ni nada después de "a ver"). ¿Aspirará el señor Hernando, que tantos méritos hace, a un título nobiliario?

Aprovechando que no hay turistas a los que informar, propongo devolver su uso educativo al Colegio de Niñas Nobles; abriéndolo, eso sí, a varones, adultos y plebeyos. Sería una especie de reformatorio que proporcionaría buena educación a esos personajes públicos en los que se mira el país. Recordemos, sin embargo, que la buena educación no es solo buenos modales. También es de buena educación no aceptar comisiones ilegales: como una admonición para sus jóvenes alumnas, el Colegio de Niñas Nobles estaba a unos metros de la cárcel.

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