Noche de Reyes

Esta noche pierdo hasta el último resabio de modernidad y pido a los tres santos Reyes Magos regalos a tres manos

Qué pena que este artículo no salga en edición vespertina. O que ustedes no lo lean como soñaba don José María Pemán, que era cuando el lector avisaba en su casa: "No me tiréis el periódico que, cuando vuelva esta noche, quiero leer tranquilamente a Pemán", y en esas doce horas de espera radicaba la gloria del articulista. Hoy la querría para mí, para que este artículo se leyese al borde mismo de la magia, una vez pagado el peaje de la cabalgata, cuando estemos poniendo las tres copas para los Reyes y, entre copa y copa, nos tomemos otra a la salud de sus Majestades, mientras mandamos, severos, a los niños a la cama.

Soy legitimista. Creo en los Reyes. Siempre me ha hecho poquísima gracia el "mal de muchos, consuelo de tontos" del rey Faruq de Egipto, de que pronto sólo quedarían cinco reyes, los cuatro de la baraja y el de Inglaterra. Más vida deseo al de España, y cuánto me gustaría que se restaurasen el de Portugal y los emperadores de Austria-Hungría, México y Brasil; pero lo imperdonable de la frase de Faruq es que no sumase a su boutade a Melchor, Gaspar y Baltasar.

Mi madre, cuando íbamos dejando de ser pequeños, nos convenció de que nos interesaba bastante no perder la fe. Lo vimos claro. Mis hijos lo han visto, pero con dolor: uno gastó una broma inoportuna acerca de la ontología del Ratón Pérez cuando le quedaban algunos dientes de leche, y ya han sido pérdidas inútiles, odontológicas…, por racionalista. La lección la han aprendido en cabeza del ratón y ahora son cola fervorosa de camello.

Yo esta noche pierdo hasta el último resabio de modernidad y pido con fervor a los tres santos Reyes Magos regalos a tres manos. Salud, dinero y amor es una triada difícilmente superable, aunque siempre salta algún exquisito poniéndole reparos melindrosos al dinero. Por lo menos, suplico, el suficiente -opulentos monarcas orientales- para pagar los impuestos. Para completar las tres triadas trascendentales, pido también fe, esperanza y caridad. Y verdad, belleza y bondad. Ese tres por tres, todos los años, sin fallar ni uno. Pero con los magnánimos Reyes conviene concretar, así que para mañana también quiero que me traigan 1) humor negro -carbón dulce- para reírme de lo que traiga su némesis, el 2023; 2) admiración para que no me pase desapercibido nada bueno de nadie; y 3) unos cuantos lectores misericordiosos (o vespertinos o matutinos, que eso, salvo hoy, ya me da igual).

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