El micro-ondas

Agustín Martínez

'Obispicidio'

PERDÓN por el palabro, pero no se me ocurre mejor término para glosar lo que desde hace meses, pero especialmente desde algunos días, está siendo el corpus ideológico de la jerarquía eclesiástica de nuestro país. El descarado posicionamiento político, hecho público por la Conferencia Episcopal Española, ante las elecciones del próximo día 9 de marzo, ha dejado perplejo al personal que no acaba de entender cómo esos santos varones, se han hecho carne política para habitar entre nosotros. Nuestros obispos -con las excepciones de quienes se opusieron a la encíclica electoral y quienes no asistieron al cónclave- han bordado la gaviota sobre sus bonetes, en un flagrante error de cálculo. Quienes tradicionalmente han apostado siempre a caballo ganador, aunque el jinete dejara el solar patrio sembrado de cadáveres y dolor durante muchos años, no han hecho honor en este caso a una de las virtudes cardinales que, como la prudencia, ellos deberían practicar tanto como predicar.

Y no lo han hecho porque, ante un resultado electoral tan incierto como el del próximo día 9, convertirse en el brazo armado -eclesiásticamente hablando- de uno de los dos contendiente les expone a tener que encajar durante el combate los golpes que les puede propinar el otro y, aún más, atenerse a las consecuencias si el vencedor acaba siendo el que ellos han puesto en su punto de mira. Con los seminarios vacíos, las iglesias mediopensionistas, las casillas del IRPF cada vez con menos cruces y la distancia oceánica entre la sociedad y quienes se pretenden sus pastores, la clientela no está para que le toquen las indulgencias.

Finezza, monseñores, finezza. Desempolven los viejos manuales de la proverbial diplomacia y discreción vaticana y no irrumpan, como un elefante en una cacharrería, en una plaza en la que sólo pueden llevarse una cornada, quién sabe si mortal de necesidad ¡Con lo bien que les ha ido siempre, haciendo campaña electoral en el confesionario y la misa dominical!

Y cuidado, mis respetados obispos, porque a lo que parece el caballo de su apuesta no parece demasiado cómodo con el estímulo que tan generosamente le están brindando. Es más, ese corcel parece a punto de desbocarse y huir lo más lejos posible de tan piadosos mentores, desde el convencimiento de que el doping se paga, porque los espectadores, por indecisos que estén en la quiniela, siempre prefieren el juego limpio y el fair play a las trampas, y en este guión, escrito por la Conferencia Episcopal, hay más que en una película de chinos.

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