HAN ganado la batalla de Can Vies. La han ganado hasta el punto de que el alcalde de Barcelona, Xavier Trias, no sólo ha paralizado las obras de demolición del edificio que habían ocupado ilegalmente durante 17 años sino que ha prometido que va a proceder a reconstruirlo. A eso se llama ejercer la autoridad, defender la legalidad y aguantar un pulso. Si hace unos meses fue el alcalde de Burgos el que se achantó ante los disturbios de Gamonal ahora es el alcalde de Barcelona el que sigue la misma senda.

En Barcelona existen medio millar de edificios más ocupados ilegalmente, lo que significa que sus inquilinos se mantendrán allí por los siglos de los siglos a la vista de lo ocurrido en Can Vies. Los propietarios legítimos de esos edificios ya pueden darse de golpes contra una piedra, no hay nada que hacer ante alcaldes que se asustan en cuanto los antisistema toman la calle, provocan algaradas, queman unos contenedores y rompen cristales de comercios y bares.

Vaya papelón el de los que supuestamente son responsables de garantizar el orden. No sólo no lo hacen sino que van más allá de lo que exigen los alborotadores, como acaba de ocurrir en Can Vies. Los vecinos que se han atrevido a hablar sin temor a las represalias han echado por tierra la idea de que en aquel recinto se programaban interesantes actividades culturales y era un lugar de referencia del barrio. Afirman que era un antro de suciedad, que las actividades culturales no las han visto nunca, y que lo que sí vieron y se quejaron con frecuencia, fue ruido, botellones, drogas, peleas callejeras y falta de higiene.

Es creciente la sensación de que los alborotadores que se apuntan a los métodos violentos están haciéndose con la situación. Cuanta más violencia, más facilidad para alcanzar sus objetivos; cuantos más participantes se suman a sus manifestaciones, mayores son las posibilidades de que los alcaldes de turno se pongan a sus pies. Y en estas fechas poselectorales aún se sienten más crecidos porque los partidos de orden han sufrido un claro retroceso mientras que algunas fuerzas políticas a las que apoyaban distintos movimientos antisistema han tenido un resultado espectacular.

Sin embargo, esa no es razón para bailar el agua a quienes tratan de imponer su criterio no con protestas pacíficas sino a base de graves desórdenes callejeros, cócteles molotov y destrozos que echan por tierra negocios que ha costado mucho esfuerzo sacar adelante.

El movimiento okupa no tienen nada de idealista: en su mayor parte está protagonizado por elementos que se inspiran en los peores métodos de la kale borroka.

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