Cambio de sentido
Carmen Camacho
Siquiera un minuto de silencio
Los mentideros de las redes, ese patio de vecinos cibernético que nos tiene a todos tan entretenidos en los muchos huecos del dolce far niente cotidiano, ya plantean en tono aún jocoso la nueva cabriola de nuestro prestidigitador de cabecera, Sánchez I ‘el de la chistera’ que tanto juego da en esta nueva fase de la política-entertainer.
La broma va en línea con su errático pero interesado comportamiento del que quiere conservar su botín como sea. Una vez asumido que la moral personal y la ética del dirigente se supedita a cualquier necesidad que las circunstancias planteen, va siendo lugar común que este sujeto no tendrá reparo alguno en, si hiciera falta, negar a su propia pareja, Begoña, y tomar distancia de ella para que no le salpique el fango que pueda haber, siempre, claro está, por el bien de la nación y del partido que es lo que él enarbola como justificación de lo que haga falta. Nunca dirá que es por su interés privativo, claro.
Sus palmeros no tienen reparo alguno en hacerle la ola. Da igual lo que?diga o haga, eso es lo de menos.
Si ahora Sánchez se hiciera el indignado porque nada sabía de los trapicheos de su señora (muy en la línea de alguna de sus antecesoras primeras damas que también trapichearan lo suyo a la sombra del heteropatriarca de turno) y si ahora saliera este aspirante a sátrapa con que él nada sabia de cátedras ficticias, registros de marcas de cursos o de másteres armados sin la titulación necesaria, seguro que volvería a recibir una nueva ovación con vuelta al ruedo triunfal mientras que entregaba a su dama a las fieras que la investigan como sacrificio necesario para seguir siempre adelante y salvar el puesto, único argumento que orienta todas y cada una de sus acciones.
Hay que prescindir al juzgar el comportamiento de Pedro Sánchez de cualquier remisión a la ética o la moral del común de los mortales. Él no es como los demás o al menos eso es lo que trasluce en su hacer en política abriendo la puerta a este territorio inexplorado al que apuntan algunos, en el que la solidaridad elemental del esposo con su cónyuge ya se pone en solfa, más por los antecedentes descabellados del personaje que por la tan habitual inquina de las redes sociales.
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