Balsas de piedra

ANTONIO DAPONTE

Oportunidad o miedo

Hay un debate mundial tanto científico como social e ideológico acerca de cuáles son las mejores estrategias para que la población apoye las políticas y las medidas necesarias frente al cambio climático. Un estudio científico reciente comparó algunas en varios países, y sus conclusiones son muy interesantes y pertinentes para nuestro medio. La probabilidad de que la ciudadanía apoye medidas y cambios importantes es significativamente mayor cuando se presentan de forma positiva, como oportunidades para tener una vida mejor.

Muchos otros estudios científicos sobre la misma temática también apuntan a la mayor eficacia de las estrategias positivas. Esto es algo que también explica la psicología: las personas se motivan más para hacer cambios cuando esos cambios significan mejorar y crecer en la vida. Por ello, las estrategias basadas en el miedo -la principal emoción negativa- como las fundamentadas en el llamado "decrecimiento" no parecen adecuadas para conseguir el efecto que persiguen, es decir, cambios estructurales en nuestro sistema socioeconómico y ambiental. De hecho, una conclusión llamativa de estos estudios científicos es que las estrategias positivas son mucho más efectivas en los grupos sociales con posturas más resistentes y escépticas frente al cambio climático.

Otro resultado interesante es que lo que más motiva a la gente es el impacto en el clima cotidiano y en la salud. La motivación ambiental parece lógica, dada la relevancia del clima para la vida cotidiana, como se está percibiendo estos días, con valores climáticos tan excepcionales. Por otra parte, la salud y los cuidados están muy presentes en nuestras sociedades por varias razones. Más del 40 % del censo tienen 50 o más años de edad, y han podido experimentar la enfermedad en sí mismos, o en seres cercanos, y un porcentaje muy elevado ya tiene algún tipo de padecimiento crónico. La protección de la salud en sociedades envejecidas como la nuestra es un potente motor de cambio. También para adaptarse al cambio climático. Y, sin embargo, los costes económicos asociados a los cambios de adaptación necesarios no resultan preocupantes ni significativos para la población.

Creo que tanto los grupos ecologistas como las izquierdas comprometidas con la lucha contra los efectos del cambio climático y a favor de una Andalucía radicalmente sostenible deberían ser capaces de elegir y ajustar sus estrategias políticas y comunicativas a lo que enseñan los estudios científicos: más oportunidades en la vida, más esperanza para todos y menos miedo frente al cambio climático.

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