Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Ortografía: delitos y faltas

Si su hijo cree que la tilde es una tía abuela del pueblo, no se irrite; y no es que mal de muchos sea consuelo de tontos

La ortografía es lo que en psicología organizativa llamaba Herzberg un factor de higiene, es decir, asuntos que no motivan, sino que sólo pueden desmotivar, como las condiciones de trabajo. El propio salario es así: poco tiempo después del gustito de que nos lo suban, nos parece un mínimo. Los que motivan son factores intangibles como la realización, el prestigio o el reconocimiento. Escribir conforme a la norma es pura higiene, comparable a una vaharada de tufo axilar en el autobús, tampoco es para tanto. Nadie enferma por el zorruno, como nadie deja de comunicarse porque la palabra "esdrújula" le parezca un nombre de bruja mala. Si un amigo de tu hijo te interpela con un Ola pepe ke ase para pasar a advertirte que tu menor se quedó sin batería, el chaval comete unas faltas, pero tampoco es que sean delito.

No conviene ponerse muy severo con las tildes ignoradas por otros, y mucho menos -para qué disgustarse por cosas que no son graves ni esdrújulas- con el desprecio de signos como la coma. Whatsapp y demás han laminado la llamada coma vocativa, de forma que escribir "Hola, Pili" en vez del imperante "Hola Pili" resulta pedante, y ya incluso los leídos eliminan esa coma de saludo, quizá por temor a ser señalados como cursis. Y no es que el mal de muchos sea consuelo de tontos, que puede, sino que inritarse por nada es tontería. Las tragaderas actuales desde el reglazo de antaño han hecho aparecer el término Nazi Gramático, la oración por pasiva: hay un estudio por ahí, no sé si de la Universidad de Mascachuches o de la de Southern Invernalia, que concluye que los que te afean las faltas en las redes son inseguros, asociales y conflictivos. Donde las dan, las toman, ya se ve, y hasta se ha acuñado el término Nazi Grammar para crucificar por totalitarios gramaticales a los defensores de la norma.

Echarle la culpa al corrector del móvil o a una errata tiene un recorrido limitado. Que no sufra nadie por acudir a una invitación a veberno 1 boteyón d wiki con ielo o por saludar como el colega de tu hijo: los derechos inalienables de jóvenes y menos jóvenes son ya casi todos los derechos. Es más, ya lo vemos: hasta las obligaciones son derechos. Libertad sin límites, aunque sea con tufo. La llamada anortografofilia es moda: escribir sin castrantes tapujos formales parece que pone las pajarillas a la gente. Como diría el Makinavaja: "Resio y cantoso, pero virí". (La noticia que ha movido a esta columna y no a una de Huawei reza así: "Las faltas de ortografía dejan vacantes el 10% de las plazas a profesores de Secundaria".)

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