Cuchillo sin filo

francisco Correal

Orwell

LA obra 1984 la escribió George Orwell en 1948. Alarde capicúa que secó la imaginación de analistas, políticos y periodistas, claro, intentando encontrar similitudes entre esa profecía siniestra del escritor británico y lo que nos deparó el año de 1984. Fue uno de los escritores extranjeros que estuvieron en la guerra civil y cierta izquierda sectaria tiene que taparse los ojos o la nariz cada vez que leen Homenaje a Cataluña. Da vergüenza ajena comprobar que el legado más visible de Orwell en España sean las diecisiete temporadas de Gran Hermano, ese ojo omnisciente que se adelantó con lucidez y desparpajo increíbles al espionaje doméstico, el más cotidiano y terrible, el más sutil, un Leviatán a cuyo lado Assange y Snowden son hermanitas de la caridad. Cayó el muro de Berlín, cinco años después de 1984, pero el vecino seguía ahí, en su ventana indiscreta, una parábola de Windows sin rubia.

2016 tiene mucho más de 1984 que 1984. Como entonces, la Eurocopa es en Francia. Miguel Muñoz se llevó a Butragueño, aunque el Buitre no jugó ni un segundo. Javier Clemente calentaba en la banda de comentarista. Su inquina personal le llevó a predecir por la radio que Manu Sarabia fallaría el penalti en la tanda de la muerte contra Dinamarca, pero el delantero, Mozart de aquel Salieri de Baracaldo, marcó y clasificó a España para la final.

En cuartos de final un gol de Maceda iniciaba una gozosa tradición: la de los goles solitarios que eliminan a Alemania. Volvería a pasar muchos años después con el gol de Fernando Torres en la final de la Eurocopa 2008 y con el de Puyol en las semifinales del Mundial de Sudáfrica 2010. El de Maceda fue un alegato contra el Gran Hermano porque no se vio en Andalucía por una avería en el repetidor de Guadalcanal, en la Sierra Norte sevillana. Ese gol lo vimos por la radio, como el de Zarra a Inglaterra, y un día después dieron el partido íntegro para Andalucía. Aquí le ganamos dos días seguidos a Alemania, que organizó la siguiente Eurocopa un año antes de la caída del muro de Berlín y el Nobel de Camilo José Cela.

En 1984 el bloque soviético boicoteó los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, los de la plata en baloncesto. Fue la respuesta al boicot occidental al oro de Moscú 80. La guerra fría estaba caliente. El Golfo Pérsico estaba dormido y España perdió la final con Francia. Aquí pasó lo de siempre, murieron cuatro romanos y cinco cartagineses.

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