Es más que habitual comprobar que la vuelta a la normalidad después de las vacaciones de verano de cada año suponga hacer pronósticos de adentrarse en un otoño intenso en acontecimientos. Un otoño caliente.

Este año, a la relativa vuelta a la normalidad que el final de la quinta ola de la pandemia nos está ofreciendo, el abordaje de los trabajos relativos a los presupuestos generales del Estado para 2022, el inicio de los contactos para la formulación de un nuevo modelo de financiación autonómica, el proceso de negociación para una reforma del sistema de pensiones o para la modificación de la reforma laboral, son algunos elementos presentes en la agenda política.

A eso debemos unir el bloqueo en la renovación del Consejo General del Poder Judicial, las polémicas en torno a la subida del salario mínimo, la problemática de la subida imparable del coste de la energía eléctrica o las tensiones en relación a las amenazas que reciben con cada vez mayor intensidad las personas LGTBI, entre otras muchas.

Son diversos e importantes los asuntos cómo podemos ver y, desgraciadamente, con planteamientos desde los grupos políticos basados en la confrontación. Las iniciativas que plantea el Gobierno sean consideradas más o menos acertadas, no encuentran un ápice de colaboración o de actitud proclive al acuerdo entre quienes tienen en su mano la posibilidad de ejercer su papel de partido de Estado. Me refiero al Partido Popular.

La cosa está calentita y los asuntos que tenemos entre manos son, muchos de ellos, de hondo calado como para gestionarlos en clave de rutina como si no tuvieran más importancia que tratar de conseguir un titular brillante en algún medio de comunicación.

Seguramente podemos afirmar que estamos en un momento enormemente importante para nuestro futuro inmediato como sociedad, en el que se nos ofrecen enormes oportunidades que merecen grandes consensos para poder situarnos entre los países más prósperos y con mayor bienestar social. Los fondos europeos que contienen una apuesta del conjunto de la UE para modernizar nuestras estructuras productivas, constituyen la base de esa oportunidad.

Si nos distraemos en el disenso fácil y no se genera un espacio de cooperación para generar las necesarias reformas que deben mirar al fortalecimiento del bienestar teniendo como base una estructura productiva moderna y solvente, estaremos sentando las bases para que las futuras generaciones no disfruten del mundo al que debemos y podemos aspirar. Ojo.

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