EN medio de la más grave crisis económica que ha conocido el mundo desde la Segunda Guerra Mundial, con un Gobierno en España desbordado por la situación, lo último que necesitan los ciudadanos es ver al principal partido de la oposición enredado en intrigas o manchado por la sospecha de la corrupción. La detención de cinco personas el pasado viernes que han tenido una fuerte relación empresarial con el Partido Popular en los últimos 20 años es una mala noticia no sólo para el partido presidido por Mariano Rajoy, sino para el conjunto del país. Tras un año de investigación, el juez Garzón está convencido que los detenidos y al menos otras 30 personas más han cometido delitos de cohecho, tráfico de influencias, fraude fiscal, blanqueo de capitales y asociación ilícita. Hay grabaciones y una notable documentación que van a ser la base de este caso. La Policía Judicial ha practicado registros en domicilios particulares, empresas, despachos de diversas localidades de Madrid o alrededores, y en viviendas de Marbella (Málaga) y Sotogrande (Cádiz). También se han registrado sedes institucionales de ayuntamientos de la Comunidad de Madrid y del Gobierno autónomo valenciano. La operación ha sido llevada a cabo por la Unidad de Delitos Económicos y Fiscales de la Policía y por la Fiscalía Anticorrupción. Las empresas vinculadas a esta trama han sido proveedoras del PP en algún proceso electoral del que el juez no encuentra constancia documental, por ejemplo en las elecciones autonómicas andaluzas de 2004. Alguno de los detenidos ha tenido cargos locales en el Partido Popular en la provincia de Madrid y uno de ellos fue testigo en la boda de la hija del ex presidente Aznar. La gravedad de los cargos y la cercanía de algunos implicados a la cúpula del partido hacen urgente una clarificación de responsabilidades políticas en el seno de esta formación, al margen del proceso legal. Mariano Rajoy tiene esa obligación con los militantes de su partido, con sus votantes y con los ciudadanos en general. Le va en ello el prestigio de su organización, pero también su propio liderazgo. Son las mismas razones por las que debió seguir adelante con la investigación interna en el enredo de espías y los dossieres malintencionados que se han descubierto recientemente en la Comunidad de Madrid. En plena crisis económica, España necesita un PP limpio, transparente y fuerte. Y todos estos episodios no contribuyen a ninguna de las tres cosas.

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