EL Partido Popular andaluz sorprendió anteayer a la afición -casi se sorprendió incluso a sí mismo- al dar su voto en el Parlamento regional a parte de las medidas propuestas por PSOE e IU para combatir la crisis económica. Concretamente, apoyó nueve de las iniciativas socialistas y once de las de Izquierda Unida.

El cambio perseguía un objetivo y aspiraba a una ventaja colateral. El objetivo era despojarse de la soledad parlamentaria y política en un asunto de especial sensibilidad. El aislamiento es siempre malo en política, y pésimo cuando afecta a cuestiones que, como la crisis y sus remedios, tocan la médula de las preocupaciones ciudadanas. "Arrimar el hombro", he ahí la expresión que ha acabado resumiendo las expectativas que la gente ha interiorizado como exigencia a los partidos políticos, independientemente de que gobiernen o estén en la oposición.

La crítica constante y la denuncia universal no ayudan a que te vean como alternativa creíble, y eso es lo que ha movido al PP a variar el rumbo, aparte de que objetivamente resulta lo más conveniente para Andalucía. La independencia y la capacidad de venderse como alternativa a los gobernantes actuales no están reñidas con la flexibilidad y la predisposición al pacto. Al contrario. Es normal que los populares respalden aquellas medidas de PSOE o de IU que coincidan con sus planteamientos y rechacen las que no coincidan.

¿Por qué oponerse, en efecto, a agilizar la licitación de obras públicas, a reformar la formación profesional, a los avales y ayudas a pequeñas y medianas empresas o a las leyes de régimen local y de participación de los municipios en los tributos autonómicos? Lo bueno de estos planes anti crisis de menor intensidad es que son muy genéricos y de escasa sustancia ideológica. En ellos caben todos. Y lo malo es que apenas rebasan la categoría de enunciados de buenas intenciones. Por ejemplo, los promotores del documento calculan que su puesta en práctica "movilizará 6.000 millones de euros", como si esta movilización dependiera de una resolución parlamentaria o un decreto del Consejo de Gobierno.

Escribía más arriba que el PP ha querido obtener un beneficio añadido a su giro. Al darlo a última hora (minutos antes seguía calificando de engaño el plan), se ha evitado participar en varias reuniones negociadoras que podían darle imagen de comparsa de la Junta y ha imposibilitado que IU y PSOE pudieran pactar el apoyo a alguna de sus propias medidas. Otra cuestión de imagen: "Nosotros votamos 20 medidas de la izquierda y la izquierda no vota ninguna de nuestras 35", parecen resaltar, como queriendo contraponer su talante dialogante al autoritarismo de los otros.

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