Un PSOE de Baviera

Un congreso de consolación y resistencia. De autoafirmación del yo colectivo y culto a la personalidad de su jefa.

Todos los congresos tienen algo de teatro, de representación. La parte escénica de este 13 congreso del PSOE andaluz tiene mucha autoafirmación del yo. Del colectivo y del individual de su jefa. Les hace falta. Como grupo necesita reencontrarse. Si se repasa la cuenta, desde la marcha de Felipe González cada vez que el aparato del PSOE sureño ha hecho una apuesta nacional ha perdido. Estuvo con Almunia contra Borrell, con Bono contra Zapatero, con Chacón contra Rubalcaba y con Díaz contra Sánchez. Sólo acertaron cuando para liquidar al rival más fuerte auparon a un desconocido Sánchez en 2014 contra Madina.

Este es un cónclave de consolación y resistencia. El PSOE de Andalucía ha planteado su congreso con dos objetivos: subrayar las diferencias electorales e ideológicas que lo separan de su marca nacional y ensalzar a su jefa máxima para tapar la humillación de la derrota en las primarias de mayo contra su antiguo protegido. Estamos ante un partido institucional consciente de la fuerza que le brinda mandar en el Gobierno andaluz desde hace 35 años sin interrupción, la mitad de las diez legislaturas por mayoría absoluta.

Tan consecuente es con este principio que sus tres últimos jefes fueron primero presidentes de la Junta y después desembarcaron en la secretaría regional del partido. La que manda es la Junta, con su presupuesto, cargos y promociones. Aunque aquí se hace un alarde con la ideología: somos socialistas, no nacionalistas; queremos la igualdad de todos los españoles… Y se saca músculo; ganamos elecciones.

Sólo hay un caso en Europa de una hegemonía regional más dilatada, que es el de los socialcristianos del CSU, que gobiernan el land de Baviera desde 1962. Ininterrumpidamente, casi siempre por mayoría absoluta. También sureños y también más conservadores que sus federados democristianos del CDU, que operan en el resto de la República Federal Alemana. Aquellos también intentaron el asalto a la Cancillería de Bonn o Berlín, en 1980 con su caudillo Franz Josef Strauss y en 2002 con Edmud Stoiber. Dos fracasos.

Aquí empieza a notarse un cierto caudillismo entre los incondicionales de Susana Díaz. Ayer acudieron tres expresidentes de la Junta: ninguno fomentó un culto a la personalidad tan acusado ni tuvo gobiernos tan unipersonales. Y a este PSOE no nacionalista que quiere igualdad entre los españoles a veces se le olvidan ambos principios. Llevan unos años indignados porque se ha hecho una mínima aproximación de los fondos agrarios europeos entre esta región, que es la que recibe más ayudas, y las demás. Y todavía no se ha oído una sola vez a la jefa poner en cuestión los privilegios fiscales vasco y navarro.

En Baviera están en pleno Festival de Ópera de Bayreuth. Aquí, sin la ayuda de Wagner, habrá hoy en el congreso un reencuentro entre Susana y Pedro muy romántico. Teatral.

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