La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Pablismo

Nos mintió Sánchez cuando dijo que no dormiría con Iglesias en el Gobierno, pues no se le nota el insomnio

Ser gobierno y oposición a la misma vez es una novedad de nuestra democracia. Pablo Iglesias tiene esa forma tan protagonista de demostrar su populismo flagrante. Es su manera de intentar demostrar cómo un político se atreve con petulancia a centrar el córner, rematarlo, e incluso estirarse hasta la mismísima escuadra del marco para evitar el gol.

Para concretar el fenómeno en un término definitivo, podríamos acuñar el vocablo y dejar amarrado el conceto (que diría Pepiño) a la ciencia política. Pablismo: dícese de la corriente de quien hace oposición y además gobierna.

Nos mintió Sánchez cuando nos dijo que no dormiría con Iglesias en el Gobierno, pues no se le nota tal insomnio. Quien realmente no duerme es el pablismo, buscando día y noche cómo parecer moro y cristiano, tirio y troyano, galgo y podenco. El objetivo de tanto 'sin sueño' es politizar el dolor, derogar la Transición, cambiar el régimen del 78, hurgar en la vía del totalitarismo, eso que añora desde que la Venezuela bolivariana financiara sus sueños. Asombra el trágala de Sánchez, a pesar de ver cómo el pablismo va pochando socialdemócratas a cocción lenta.

Puso en duda la muy constitucional propiedad privada. Lo militar, si no es tipo Chávez o Fidel, no le pone. Prometió lealtad al rey, pero el 14 de abril abusó de su cargo para despreciar al Jefe del Estado. Crítico con la comunicación de la portavoz del Gobierno respecto del desconfinamiento infantil, la rectifica en público porque ha olido carnaza entre el pueblo. Y Sánchez se lo permite. El pablismo no se corta criticando a los jueces que osan condenar a su correligionaria Isa Serra, y pide la dimisión del juez porque no le gusta la sentencia. Dimitir es un verbo que sólo conjugan cuando el sujeto no es de Podemos. La justicia independiente no está aún a su medida. Pablo Iglesias sabe bien lo que busca.

Su mordaza es un paquete completo, que camina junto al evidente estado grogui de Sánchez. Está compuesta de dosis de confrontación, demagogia a espuertas y un abrupto control de libertades, aprovechando la reclusión obligatoria de los ciudadanos. Pretende que el peso de su porte ideológico vaya calando lentamente, sin prisa pero sin pausa.

¿Lo último? Imitar a Torrebruno hablándole a los niños desde una de sus ruedas de prensa. Les pidió disculpas con inusitada verborrea barriosesámica, aunque él no se culpó de nada. El mensaje encriptado era éste: niños, sé que aún no votáis, pero ya votareis, ya. Puro pablismo.

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