¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Pacta, Rivera

Le guste o no, Ciudadanos está condenado a ser el partido de centro de España, el comodín para deshacer entuertos

Ganó Pedro Sánchez. El PP se hundió, Vox dio su inútil campanada (aunque menos espectacular de lo esperado) y Rivera tiene en sus manos facilitar un Gobierno que evite al veleta Sánchez la tentación de ponerse en manos de los nacionalistas (sean o no independentistas). El líder naranja, que durante la campaña no se cansó de repetir que jamás pactaría con el PSOE, ya se habrá arrepentido amargamente de sus desplantes hiperactivos. Le guste o no, Ciudadanos está condenado a ser el partido de centro en España, el comodín con el que se puede contar para deshacer entuertos. Si en el caso andaluz tenía la obligación moral de colaborar en la demolición del régimen socialista tras casi cuarenta años de poder, ahora su cáliz ineludible es el apoyo a Pedro Sánchez para evitar el chantaje de formaciones como PNV o ERC, que han salido claramente reforzadas de estos comicios.

La victoria del PSOE sólo puede coger por sorpresa a los ilusos. Estaba en el ambiente y apenas había que afinar un poco el oído, hablar con la gente de la calle, viajar en autobús. Más allá de la corrupción (la herencia más negra de Rajoy) han sido muchas las razones. Destacaremos dos: los viernes sociales y el miedo a Vox. La derecha, con el PP a la cabeza, ha estado tan pendiente de la patria que se ha olvidado del pan. Sánchez ha comprendido que ha llegado el momento de pagar la enorme deuda social generada por la crisis y los españoles se lo han agradecido. Asimismo, la sobreactuación derechista de Vox ha facilitado al PSOE una campaña en la que ha sabido alimentar con regocijo el miedo al coco de la ultraderecha. El partido de Abascal, que ha colaborado con algunos mensajes de corte trumpista, consigue un grupo parlamentario que no le servirá apenas para influir en la política española, pero con el que podrá hacer todo el ruido que quiera. El discurso de anoche de Ortega Smith dejó claro que harán una política de guerrilla y hostigamiento continuo.

El gran perdedor es Pablo Casado. El PP se hunde, pero sigue siendo el segundo partido más votado, magro consuelo para una formación que llegó a tener un poder casi omnímodo. La extrema corrupción y su estrategia suicida de igualar las apuestas derechistas de Vox han cortado las alas del charrán. Los próximos tiempos van a ser convulsos en Génova.

Y para finalizar: Podemos se consolida como la conciencia mineralizada de la izquierda, pero vuelve a quedar lejos del poder, y parece que ERC empieza a ganar definitivamente la encarnizada lucha que se libra en el seno del independentismo nororiental. Continuará.

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