La colmena

Magdalena Trillo

El Pacto de la Alhambra

CUANDO hace una década Granada, Córdoba y Sevilla hacían promoción conjunta en EE UU y Japón para potenciar el turismo de larga distancia, Málaga no existía. En la campaña Splendours of Andalusia, la Costa del Sol tenía ¿poco? que aportar al triángulo cultural andaluz: su aeropuerto. El paquete que comercializaban las agencias nacía y moría en Málaga sin más beneficio para la ciudad que servir de plataforma: los turistas llegaban a su aeropuerto internacional, los metían en un autobús, los llevaban a conocer la Alhambra, la Giralda o la Mezquita, pernoctaban y gastaban en las provincias vecinas, les proponían escapadas a Ronda o Jerez y los empaquetaban de vuelta a casa una semana más tarde. Málaga no era más que una silueta desde la ventanilla del avión.

En diez años, Málaga se ha ganado a pulso el derecho a estar en la foto. Por la acción de ellos y por la omisión nuestra. En sentido figurado y real…

Ya tenemos el argumento para perdernos entonando ese mismo llanto lorquiano que desde la construcción autonómica Granada ha dedicado a Sevilla confrontando y avivando la política del agravio. Sólo tenemos que cambiar un nombre por otro. Primera estrofa: asumir que nos ha comido terreno, en este caso como destino cultural. Segunda estrofa: elogiar el pragmatismo de un alcalde que ha tejido alianzas donde tocara, con quien hiciera falta y con su carné político bien guardado en el bolsillo siempre que beneficiara a su ciudad. Tercera estrofa: fustigarnos preguntándonos qué hacía Granada mientras tanto y con otro alcalde de su mismo partido porque, hasta el sobresalto de mayo con la operación nazarí, la trayectoria de Paco de la Torre y Pepe Torres ha sido casi paralela. Cuarta estrofa: concluir que no nos merecemos que nos desbanquen, buscar un culpable y lamernos las heridas.

Pero la tercera y cuarta estrofa son excluyentes. O nos deleitamos muriéndonos de envidia y añorando un pasado (supuestamente) glorioso o nos preocupamos de salir en las fotos. Lo sensato, y egoístamente más operativo, es obviamente lo segundo. Pero no crean que es lo más fácil. Lo de compararnos con Málaga para todo se ha convertido en el discurso oficial de la opinión pública y publicada. Empezamos tímidamente con las disputas por las inversiones públicas autonómicas y estatales, luego llegó la competencia de los aeropuertos, de repente irrumpió la cultura a golpe de titulares con los éxitos de unos y los fracasos de otros, el aislamiento ferroviario nos ha convertido en satélite de Antequera vía autobús y, en el culmen de la contradicción, hasta nos ha molestado que el Hospital del Campus esté funcionando ya a pleno rendimiento... A la espera de que el Metro fracase, el bloqueo del AVE y el Centro Lorca -¿seguro que lo que ha hecho La Caixa es perdonar una deuda y no embargar el legado?- amenazan con seguir dando motivos más que sólidos para seguir sumidos en un estado crónico de frustración.

Salir en las fotos tiene además un riesgo. Le ocurrió a Paco Cuenca nada más coger la Alcaldía cuando la nueva portavoz municipal del PP, Rocío Díaz, le llamó el "rey del postureo". Le sentó fatal; la crítica y que lo publicáramos. A él y a su equipo. Pero es un precio asumible. Necesario incluso. Porque para que haya una imagen realmente histórica como la que se produjo este viernes en el Palacio de los Córdova también tiene que haber rutinarias. La foto de cuatro alcaldes enterrando rivalidades y sellando el lanzamiento del Eje Turístico Andaluz acabará en los anuarios. La alianza la pusieron en marcha Málaga y Sevilla pero Córdoba y Granada han sido capaces de sumarse a esta inesperada locomotora de desarrollo. El turismo es sólo el primer paso. Se construirá una marca conjunta competitiva, se sentarán los pilares del "mayor reclamo turístico del sur de Europa" y se activarán sinergias en otros ámbitos como el biosanitario y agroalimentario.

En unos meses sabremos si la imagen tiene recorrido pero, de entrada, ya hay una intrahistoria. Aunque se ha llevado con discreción, hasta el último minuto ha intentado De la Torre que el convenio de colaboración se firmara en Málaga. Lo de cuadrar las agendas -el acto se ha celebrado una semana después de lo anunciado- ha tenido más tensión que la estrictamente protocolaria. No era una simple foto; era un símbolo y era importante el escenario. Granada se ha apuntado el tanto gracias a la Alhambra. A la imponente imagen de los palacios que hace de postal. ¿De verdad preferimos lamentarnos?

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