Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Padres que adolecen

Muchos se refugian en esa idea ade que el trabajo es lucha sin gusto alguno más que ver la nómina ingreszada

Existe un target de padres que viven (o reviven) la adolescencia que se les quedó escasa a través de la vida de sus hijos. Se ha visto con los críos encerrados en el hotel de Mallorca por el virus. Padres que frustraron sus anhelos en el ara de la familia y una madurez sobrevenida y así llevan de mal ver cómo sus hijos alcanzan eso que a ellos la vida les escatimó por las urgencias del vivir sin quererlo.

Y entonces, llega la niña o el niño y se pega sus viajes Erasmus que no tuvimos o escogen las carreras que puede que nosotros mismos soñamos (hay más vocaciones ocultas que realizadas, desafortunadamente) y se refugian en esa idea de que el trabajo es lucha y esfuerzo sin gusto alguno más que el de ver la nómina ingresada antes del día cinco en el banco.

Se van los niños de viaje de estudios a Mallorca y les pilla allí el contagio del virus y les aíslan en un hotel con vistas a la playa y entonces reaparece ese sentimiento nunca expresado de lucha contra las estructuras opresoras y se lanzan los papis a interponer denuncias en defensa de las libertades inalienables de sus vástagos prisioneros de un sistema orwelliano que oprime el yo por un quítame allá esos virus de nada. Protocolos sanitarios fútiles frente al inalienable derecho al botellón diario en la playa o al pastilleo hasta las mil horas o la búsqueda insaciable del flirteo preceptivo en las habitaciones y los botelleos a escondidas.

La adolescencia no superada y, peor aún, ocultada, provoca distorsiones de este tipo. Niños viendo el Netflix con los papis pleiteando en los juzgados de Mallorca; niñatos divulgando el virus con los adolescentes hiperventilados de sus papaitos pidiendo audiencia al subdelegado del gobierno en plan frente libertario de padres más que cabreados porque sus niños tienen que cumplir con los protocolos sanitarios. Ni eso, la rebeldía y en primera persona, les dejan ya a los abúlicos hijos del confort que aspiran a la hipertitulitis sin más horizonte que reponer los estantes del Mercadona. Y si ya hasta les roban la rebeldía, la pereza debe ser tan supina que ya sólo les va a quedar zamparse otras dos series completas donde puedan ver sin mojarse cómo el mundo se forjó con acciones y sufrimientos personales sin nadie a quien llorarle tu dolor inmenso de ofendidito.

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