Brindis al sol

Alberto González Troyano

Palabras de un pianista

SE puede ser un gran artista y limitarse solo a realizar con plenitud y genialidad esa labor. Incluso es lo más frecuente: encerrados en la disciplina que exige el arte, y en la búsqueda de inspiración que éste reclama, muchos artistas se rodean de una atmósfera un tanto flotante y alejada del mundo. Es decir, se nutren de las vivencias de la calle para abordar su obra, pero luego se alejan de los problemas inmediatos, como si temieran que éstos contaminasen el valor áulico que debe tener su producción artística.

Expresiones como vivir "en una torre de marfil" se han impuesto para caracterizar ese aislacionismo, mientras que asignarle a un artista la calificación de "comprometido" significaba, en el siglo pasado, que también sentía como propios los padecimientos sociales de los otros. Y si, por la naturaleza de su arte -por ejemplo, la música- no podía dar testimonio directo de esas injusticias, recurría a la palabra para, de manera complementaria, manifestarse.

Este preámbulo viene a cuenta de la grata sorpresa que han provocado las brillantes declaraciones recientes, en un periódico, del pianista andaluz Javier Perianes. De sus excelentes cualidades como intérprete, ya más que justificadas a pesar de su edad, no cabía la menor duda. Pero, influidos por una imagen literaria muy difundida -el precio de la genialidad obliga a un brutal autismo, tal como si el mundo exterior no existiera- creíamos que las exigencias artísticas de Perianes, no le dejarían tiempo para "observar" la política cultural de nuestro país. Sin embargo, por fortuna, sus declaraciones muestran un lúcido y valiente compromiso crítico con su entorno: "Nuestro gran problema es que no nos hemos tomado en serio la cultura desde la base. España debería haber apostado por formar gente culta, sensible, y que sepa escuchar y dialogar".

Sus restantes palabras prueban que no le impulsa la improvisación. Ha educado sus dedos pero también ha sabido fortalecer su cabeza. Y hay otro gesto, digno de agradecimiento: cuando el periodista le pregunta por su humilde infancia, en lugar de imponer ese yo tan presente en los genios, se remite para ilustrarla a una novela: El balcón de invierno de Luis Landero. Una referencia esclarecedora. Un modelo de comportamiento, por tanto, para nuestra cultura andaluza, y para la Junta, que con personajes así ya puede empezar a distanciarse de esos modelos rancios, acomodaticios y castizos en los que se ha apoyado demasiadas veces.

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