La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Paracaidistas

Los aparatos deberían pensarse mejor ese poco edificante juego, más propio de Romanones que de una democracia cierta

Vaya por delante mi respeto a toda persona dispuesta a dar un paso adelante presentando su candidatura a ser representante público. Sea en el partido que sea. La democracia es libertad y entre todos debemos defenderla.

Pero no puedo negar mi escepticismo ante esos candidatos que alguien que manda en el partido impone en provincias distintas al ámbito habitual del nominado. Se llaman paracaidistas. Es tradicional que los partidos con estructura provincial orgánica suficiente, con afiliados preparados y conocedores del territorio que aspiran a representar, tengan que acatar con disciplina marcial que un mandamás incontestable dicte una imposición nominal de alguien extraño a su circunscripción, desaprovechando lo que Granada tiene.

No es hacer un fichaje estrella, ese golpe de efecto con el que el marketing político ofrece personas de contrastado (o no) prestigio mediático para hacer más atractiva una propuesta electoral. Se trata de buscar escaño a un "sin sitio" íntimo del jefe supremo, y que ocupe en las listas el lugar de quien se curra a diario el territorio.

Los aparatos orgánicos deberían pensarse mejor ese poco edificante juego, más propio de Romanones que de una democracia cierta, con el que demuestran que para lograr puesto de salida en las listas electorales, más que ganar primarias hay que gozar de buena amistad con quien manda en Madrid. Que el trabajo político cotidiano, las rutinas pueblo a pueblo y de reuniones sectoriales, importan menos que tener cualificado padrino en el cuadro principal de influyentes con mando.

Más que ganarse la confianza de los electores de la circunscripción propia, con un trabajo amplio y sostenido en el tiempo, no sólo en campaña, para ir en puestos decisivos hay que tener acceso íntimo suficiente a quien dispone desde la Villa y Corte. Lucir enchufe, aunque en el territorio a representar conozcan poco al enchufado. Ni siquiera van a poder votarse a sí mismo, vienen sólo a ser votados. Llegan impuestos a donde nadie los echó nunca de menos. ¿Desprecio por lo que aporten? No, sería mejor hablar de exigir respeto al trabajo de los que dan la cara aquí todo el año.

No se espera tal aterrizaje estelar en pueblos difíciles donde no hay sueldo ni dietas, ni periodistas atentos al speech. Esos puestos, necesarios para un partido con aspiraciones, los cubrirán los militantes leales de la provincial, los elegidos para la gloria opaca, silente. Los paracaidistas estrella no están para tal castigo.

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