Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Paseíllos por la memoria

Cuando te asalta el recuerdo de lo que fue es que comienzas a recorrer nuevos caminos

Ahora que reforman los Paseíllos Universitarios de Fuentenueva me salta a la memoria todo aquel territorio cercano a la estación de trenes donde transcurrió mi infancia y primera juventud. Muchos han visto como yo transformarse aquel territorio tan urbano como interior en aquella zona que, nacida como ampliación urbana al exterior, es hoy otro corazón más de la ciudad que, si todo va bien, nos servirá de ombligo con el más allá de Madrid y Barcelona.

Esperemos que sea una transformación profunda. Nunca tuvo lustre ese área mitad deportiva mitad de paseo o evasión. El muro del tren la partía en dos: de un lado los barrios de la Constitución, Pajaritos y Doctores; de otro, los Paseíllos, sin posibilidad de paso si no era dando un vueltón que ahora, gracias a la benéfica cicatriz que ha abierto el metro, se rompió.

Cada alcalde nos vende la milonga del feliz soterramiento del tren. Bueno. A mí me da lástima que cada nuevo vendedor municipal de ilusiones retome la promoción del anterior. Qué poca imaginación, qué triste ver como se suceden sin que se realicen las cosas.

Por aquellos Paseíllos hacíamos deporte o paseábamos con las primeras novias, tan oscuros como estaban que daban su miedito y también sus miradas cómplices no sin cierto rubor, sonrojo que ya perdimos de saber lo que pasará pero que ni se te ocurrirá mencionarlo, pues hay cosas que se hacen pero no se dicen, claro.

El Padre Manjón, mi instituto de siempre, está justo allí, baluarte de los que pudimos cursar allí BUP o COU. Cada mañana yendo camino del insti, con la prisa de los tardones, el sueño matutino de los noctámbulos y el estómago encogido de los malos estudiantes que allí nos curtimos en ser mayores con profes míticos como el de dibujo, Cayetano Aníbal nada menos. Y las fiestas y los recreos y los viajes de estudios de un tiempo que, como ahora sucederá con la reforma de la zona, ya nunca será el mismo.

Cuando te asalta el recuerdo de lo que fue es que comienzas a recorrer nuevos caminos. Cada paso se asienta en el escalón previo, en una espiral hacia el infinito. Disfrutas ese rememorar íntimo y tranquilo, y paseas el recuerdo como paseabas por aquel espacio olvidado y que ahora empieza a integrarse, abierto al fin en su trazado, a la ciudad en la que siempre ha vivido.

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