El Paseo de los Tristes

La tristeza es, en muchos casos, la forma más refinada de la hipocresía

Nuestro Salvador, alcalde provisional de Granada, y el medio alcalde Sebastián Pérez han tenido algunos desencuentros, pero se encontraron en el Paseo de los Tristes tras la investidura de Pedro Sánchez. Sebastián vio al alcalde tan triste como el lugar requería: "¿Es por la deuda del Ayuntamiento?" -le espetó-. "Ni mucho menos -contestó Salvador, con una sonrisa torcida-: estoy triste por el nuevo gobierno. Como he escrito en Twitter, es un frente socialista-comunista del siglo XXI, que puede destruir a España".

Sebastián quiso demostrar que, para triste, él. Repitió unas frases suyas, pronunciadas en un desayuno o, mejor, velatorio informativo donde cargos provinciales del PP se habían retratado más serios que Manolete. Entre esas frases: "el comunismo trabaja desde el odio y el rencor" y "hemos asistido al mayor fraude electoral de la historia".

Un transeúnte oyó la última frase y se sintió obligado a recordar los pucherazos del turnismo cuando la Restauración borbónica; también las elecciones de febrero del 36, anuladas en Granada por un fraude que beneficiaba a la coalición de derechas. El transeúnte les exhortó a alegrarse porque en la España actual nos podemos fiar de los resultados electorales y por tener finalmente Gobierno. También les dijo que esperaran a que este pudiera cometer errores para criticarlo.

La alegría del transeúnte no contagió a los dos semi-alcaldes. Más bien al contrario; pues, como escribió Diego de Gumiel en su Question de Amor (1513), "siendo el alegría ajena / al que no tiene placer / más triste le hace ser". Salvador repetía, cual poseso: "gobernarán con 155 de 350". A esto replicó Sebastián: "Bueno, tú eres alcalde con 4 de 27", y prorrumpió en una carcajada tan sentida que sospechamos que su tristeza previa podría ser impostada. Como dijo Wassermann "la tristeza es, en muchos casos, la forma más refinada de la hipocresía."

El alcalde cambió de tema: "Por allí viene Onofre. ¿Por qué no está triste?" Efectivamente, Onofre Miralles, concejal de Vox, se acercaba sonriente. Llevaba entre los dedos un contador manual que pulsaba frenéticamente. "¿Es que te vas a trabajar a Iberia?" -le preguntó, esperanzado, Sebastián. "No -replicó Onofre-: cuento los votantes vuestros que se pasan a nuestro partido". Dicho lo cual prosiguió su camino y su cuenta, dejando a aquellos dos, ahora tristes de verdad, en el Paseo de los Tristes.

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