Cambio de sentido

Pasión y muerte

La Piedad es un hombre de barba recia que sostiene en los brazos a su hija moribunda en Iblib

Semana de pasión y muerte. Un querubín azulado -la mirada al cielo- alza implorante los brazos o alas. Se asfixia, junto al resto de angelicos transidos. No es una majestuosa pieza de orfebrería, es una foto de niños en el hospital tras el ataque químico en Siria. La Piedad es un hombre de barba recia -los ojos arrasados de lágrimas- que sostiene en los brazos a su hija moribunda en Iblib. Es una matanza de santos inocentes. El emperador necesita contentar a su pueblo; por eso, la estrella de Occidente surca el cielo: es un misil. Desde Hispania y su Bética, provincia leal -Roma no paga traidores-, desde la base naval de Rota, salen dos carros de fuego que orientan al Este sus cañones. Europa se lava las manos. Por las fronteras, una mujer encinta y su esposo llegan a Lesbos para pedir posada, "y el posadero ingrato/ iba y se la negaba", no sea que estos refugiados resulten peores que zelotes. Pero el Jesús de Pasolini vuelve a subir a la montaña. "Bienaventurado tú -dice el poeta- que sin llamarte Juan no eres otro que Juan el explícito, el padre del aire cuyos hijos heredarán los molinillos de viento". La brisa de la tarde mueve la túnica del silencio.

"Yo soy la posverdad", predican por las redes los nuevos evangelistas. Maldita sea esta higuera global que no da más que penas. Por esta vez, Judas pagará -tarjeta black, youknow- la última cena. En el salón de su casa, Lázaro, que muere porque no muere, graba su suicidio para reclamar la eutanasia. "Alégrate María", dice el test de embarazo en la mano temblorosa de una adolescente. A María Magdalena le acaba de partir la boca un proxeneta de esos que regentan burdeles de carretera. "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos". Recibo un guasap: "Mañana estarás conmigo en la calle Paraíso". En la madrugada, la muchacha abandona los brazos del amigo, que ya duerme, para ver por entre los visillos la multitud y su Esperanza cruzar un puente.

En la basílica del Gran Poder hay un hombre que limpia con infinita ternura la mano del Señor, y una máquina que convierte las monedas en medallas, juntando así a Dios y al César. Bajo el plenilunio, están clavadas tres sillas eléctricas. Se rompió el velo del templo en El Cairo y Alejandría: 44 muertos. Pero lo real es el milagro, y el hijo del hombre y las buenas hijas de vecina ahí siguen día a día, en la brecha, al lado de la lucha, y echadas a la calle en primavera. Hosanna.

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