Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Patético presidente

Sánchez soportó los insultos al Estado y sus instituciones de los que dependía su investidura

Tenemos, al fin, un presidente de Gobierno que ha dejado de estar en funciones y podrá dormir tranquilo -tras engañar a sus electores con sus fingidos insomnios si tenía ministros de Podemos o pactaba con los independentistas-, con un gabinete de coalición con cuatro vicepresidentes-as y numerosos ministros, direcciones generales por los que lloraba de emoción el amigo Pablo, tras agradecer a los "presos políticos" su apoyo para lograr su sueño. Lo mismo que hizo su patético presidente, Pedro -no se podía evitar relacionar a los dos con un episodio de los Picapiedra-, dándole las gracias a los que verdaderamente debe su presidencia, por las abstenciones de los independentistas de ERC y los coprotagonistas ideológicos de la etapa más sanguinaria de la transición, que costó la vida de un millar de inocentes -niños incluidos, políticos, militares, guardias civiles, empresarios, periodistas y un largo etcétera- con el propósito de lograr la independencia del País Vasco, que hoy siguen reivindicando, aunque, por fortuna, pacíficamente porque los demócratas pusimos fin a sus sanguinarias fechorías.

Agradecimiento que se apresuró a expresar Sánchez, tras soportar los insultos de independentistas y filoetarras a las más altas instituciones del Estado y a su propio gobierno. Ya sabía que a ERC le importa un comino -sic- la gobernabilidad de España. Lo que les importa es la creación de su república bananera, para mantener los privilegios de la mitad de los catalanes o vascos -y para qué decir el resto de los españoles- sobre la otra mitad, sometido a una dictadura que toma en vano los nombres sagrados de democracia. Pero pese a su desmesurada ambición personal sabe muy bien Sánchez que sus verdaderos enemigos no son la oposición ladradora que llaman derecha, derecha extrema o extremísima, utilizada de dique, que, al fin y al cabo, ocupan el lugar que los votantes les han dado, sino la que viene de sus aliados abstencionistas, ERC y H Bildu, porque de no cumplir con sus exigencias -lo ha dicho con claridad Rufián- no habrá legislatura, reduciendo la pírrica 'victoria' parlamentaria a cenizas.

El parto ha sido rápido y sin dolor -bromeó con el Rey el presidente investido-, pero el monarca, en la misma conversación relajada, le recordó que el dolor vendrá después. El dolor postparto empezará a sufrirlo Sánchez en el momento en el que tenga que aceptar imposiciones independentistas e incluso de sus propios coaligados, con los que ha tenido que firmar cláusulas, como ocurre en los matrimonios que no se celebran por amor, pese a los repetidos abrazos y muestras amorosas de los desposados, porque los matrimonios por interés no suelen basarse en la confianza de la fidelidad recíproca. El esperpento continua.

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