Res Pública

José Antonio Montilla

montilla@ugr.es

Patriotismo constitucional

Al nacionalismo catalán no se le puede responder con un nacionalismo español que siga las mismas pautas

El fantasma del nacionalismo recorre de nuevo Europa. Y es el peor de nuestros fantasmas pues nos trae recuerdos de guerras y vulneración de derechos humanos. Por ello, los nacionalistas catalanes no encuentran calor en Europa cuando plantean la secesión unilateral. No sólo por el efecto emulación que ello puede provocar en otros Estados sino porque sus discursos y actuaciones huelen a las doctrinas nacionalistas que tanto han hecho sufrir al continente. Hemos comprobado estos días cómo una pretendida voluntad de la comunidad nacional ("un solo pueblo") quiere imponerse sobre la ley; asistimos atónitos a múltiples ejemplos de sublimación de lo propio y rechazo del diferente e incluso nos relatan los medios episodios de adoctrinamiento social que ya serían terribles con ser verdad una pequeña parte de lo que se cuenta. Son las fórmulas que siempre ha utilizado el nacionalismo, con mayor o menor intensidad.

En cualquier caso, a ese nacionalismo catalán no se le puede responder con un nacionalismo español que siga las mismas pautas. Resulta lógico que ante un proceso de secesión impulsado por las instituciones y una parte de la ciudadanía de Cataluña se conteste allí y en el resto de España con la defensa de la unidad nacional. Sin embargo, esa defensa no debería hacerse desde otro nacionalismo excluyente sino desde el patriotismo constitucional.

El patriotismo constitucional tiene su origen en Alemania, y no por casualidad. Era la forma de reivindicar el orgullo de sentirse alemán, que había resultado dañado por el uso que los nazis habían hecho de los símbolos nacionales. En ese contexto, Habermas plantea la construcción de la identidad nacional a partir de unos valores comunes de carácter democrático plasmados en la Constitución y, por tanto, aceptados por todos. El nacionalismo del siglo XXI no puede sustentarse en la imposición frente al otro, como advertimos en Cataluña y atisbamos en algunas respuestas en el resto de España, sino en las defensa de unos valores reconocidos en la Constitución que identifican a una comunidad política democrática. Sostiene Habermas que el patriotismo de la Constitución significa el orgullo de haber logrado superar el fascismo y establecer un Estado de derecho. Resulta aplicable a España, que también logró superar un régimen autoritario e implantar un Estado social y democrático de Derecho con la Constitución de 1978. Por ello, no podemos permitir que la crisis de Cataluña nos devuelva un nacionalismo excluyente que tanto ha costado superar. Esa crisis debe afrontarse desde el patriotismo constitucional.

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