Mar adentro

Milena Rodríguez / Gutiérrez

Paz, Iglesia y turismo

ZAPATERO y Rajoy, enfrentados como el perro y el gato (he visto perros y gatos convivir con mucha mayor armonía), se han dado la paz milagrosa e inmediatamente dentro de un edificio religioso y obedeciendo a un mandatario de la Iglesia. El Ayuntamiento de Granada y la Junta de Andalucía, en pelea continua durante demasiados años, se han dado también la paz (metafóricamente, en este caso) porque los ha unido un proyecto común: un monumento que colocarán en la ciudad en homenaje al Turista (Viajero Romántico, le dicen).

La Iglesia y una estatua han conseguido así, mágicamente, la unión entre los políticos que no han logrado la lucha contra el terrorismo en España ni la ejecución del metro en Granada. Dos cosas, al parecer, mucho menos importantes y trascendentes que el mandato de un obispo y una escultura viajera. Dicen que España es un país del Primer Mundo. Ante hechos como estos, una se permite tener, al menos, algunas dudas.

Lo que sí es cierto es que la paz local saldrá bastante más cara que la paz nacional: el apretón de manos entre Zapatero y Rajoy ha sido gratis, mientras que la estatua al Turista costará unos 9 millones de euros.

Considerando el proyecto en sí, al que se suman los antecedentes artísticos y escultóricos de esta ciudad en los últimos años, resulta legítimo pensar que la estatua al Turista será tan bella, valiosa y de buen gusto como El Aguador, Fray Leopoldo y Gallego Burín. Eso sí, al concurso que se convocará para realizarla sólo podrán presentarse artistas locales, con lo cual se garantiza que la estatua en cuestión será una horterada cien por cien granadina. Y eso, ya se sabe, es básico, fundamental. El futuro turista que pasee por Granada mirará esa escultura y las otras y, acaso, bajará la cabeza y recordará aquel verso del poema Plegaria, de la uruguaya Delmira Agustini: "Eros: ¿acaso no sentiste nunca / piedad de las estatuas?".

Se dice que ningún precio es demasiado alto para alcanzar la paz. Quizás los ciudadanos acabarían consintiendo que Zapatero y Rajoy tuvieran sus reuniones políticas en la Iglesia y que el Ayuntamiento y la Junta tiraran su dinero (el de los ciudadanos) construyendo una estatua gigantesca e interminable que se llamara algo así como "El Turismo guiando al pueblo". Todo, con tal de ver a los políticos amigos y sonrientes. Puede, incluso, que en los próximos años terminen cambiándose los lemas cívicos. Y ya nadie exhiba pancartas en las que diga: "Libertad, Igualdad y Fraternidad", ni "Paz, Amor y Libertad". Sino, tal vez, "Paz, Iglesia y Turismo".

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