Paz

Es un error recurrir a la violencia directa, incluso de baja intensidad, para combatir otras formas de violencia

Desde la céntrica calle Paz se escuchaban la otra noche ecos de sucesos violentos: gritos, carreras, coches patrulla.

La palabra "paz" a algunos les parece ñoña, cosa de monjas o de hippies trasnochados. Siempre ha habido más interés por la violencia: las guerras, el terrorismo y los crímenes han ocupado páginas y páginas en los libros de historia y en los periódicos. La investigación sobre la violencia ha profundizado en sus causas y ha identificado sus múltiples formas. Violencia no es solo matar a alguien. Hablamos, por ejemplo, de violencia verbal, como la empleada hace unos días por el jefe de la policía local contra una concejala y un concejal. También hablamos de violencia cuando se restringe injustificadamente la libertad de expresión o cuando se abusa de ella para incitar al odio, como hicieron hace poco unos falangistas en un homenaje a la División Azul. Johan Galtung acuñó el término "violencia estructural" para referirse a situaciones como las que se dan en el Distrito Norte de Granada, donde la gente no puede satisfacer necesidades básicas, entre ellas la de calentarse en invierno.

A veces la violencia estructural explica situaciones de violencia directa como las de la otra noche. Pero explicar no es lo mismo que justificar. Aunque la motivación explícita de los disturbios fuera pedir libertad de expresión, aunque sus causas profundas puedan buscarse en la frustración de una juventud sin esperanza, es un error recurrir a la violencia directa, incluso de baja intensidad, para combatir otras formas de violencia. Las acciones del miércoles no traerán más libertad de expresión ni más derechos, ni impulsarán a las fuerzas políticas progresistas. Solo traen una pérdida de bienes públicos, que habrá que reponer a costa de otras necesidades sociales, y munición para los discursos que justifican la represión.

Paz es ausencia de violencia de todo tipo, estructural o personal, directa o simbólica. Debemos denunciar a quienes promueven la violencia y felicitar a quienes dan pasos por la paz. Así que voy a terminar felicitando a César Díaz, concejal del PP, por reconocer que se equivocó al permitir los excesos del jefe de la policía local. También felicito al grupo municipal de Podemos-IU, que en un tuit condenó los actos de violencia del miércoles. A las direcciones nacionales de los partidos la paz debe de parecerles una idea ñoña; y pedir disculpas, un error de principiantes. Por una vez me siento orgulloso de nuestra política provinciana.

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