Podríamos pensar que si tenemos un buen ciclo de conciertos en un marco incomparable ¿qué más se puede pedir? Pues sí, se puede y se debe pedir mucho más al Festival Internacional de Música y Danza de Granada, financiado en su inmensa mayoría con fondos públicos.

Los festivales tienen prestigio por su capacidad de ser referentes a nivel internacional. El de Granada lo fue en el pasado, fundamentalmente por dos motivos: por la excepcionalidad de los artistas que participaban y por su vertiente pedagógica que atraía a estudiantes de música de todo el mundo. En la década de 1970 y 80, entre otros, ofrecieron su magisterio figuras como Luigi Nono, Armando Gentilucci, Carmelo Bernaola, Luis de Pablo, Ramón Barce, Rafael Puyana, Eduardo del Pueyo, Agustín León Ara o Rosa Sabater. Los alumnos entraban gratuitamente a los conciertos como parte pedagógica de los cursos hasta que la taquilla absorbió esos pases.

La Comisión Artística del Festival también funcionó perfectamente como se puede ver en las actas de las reuniones. De forma completamente gratuita dedicamos muchas horas y años a pensar y mejorar el Festival. Entre sus miembros participaron: Enrique Franco, José Luis Pérez de Arteaga, Blanca Li, Antonio Martín Moreno, José García Román, Manuel Ferrand, José Antonio Lacárcel y yo mismo. Hace algunos años que no se convoca, quizás se consideran más útiles los consejos de las agencias artísticas.

Se argumenta que la taquilla funciona muy bien, que hay otros festivales que tienen mucho más presupuesto. También hay eventos con menos recursos que han conseguido ser referentes mundiales, como el Festival de Músicas Sagradas del Mundo de Fez o los Cursos de Darmstadt de música contemporánea.

No se trata de transformar la forma jurídica del Festival de consorcio a fundación para eludir los controles de contratación de la administración pública, ni de cambiar cantidad por calidad. Si no queremos quedarnos en un buen ciclo de conciertos, como el que se desarrolla en la temporada habitual en otras ciudades todos (administraciones, opinión pública y aficionados a la música) tenemos que pasar de una actitud de palmeros a agentes activos por la mejora del Festival.

Pensar en el Festival en el siglo XXI significa redefinir su lugar en el mundo, hacer de su funcionamiento un modelo de gestión y transparencia. Recuperar el papel internacional de los Cursos Manuel de Falla. Poner en marcha la Comisión Artística y Pedagógica. Pensar que agotar las entradas y tener una buena ocupación en los hoteles con las orquestas, coros y compañías de ballet que contrata el propio evento no es suficiente.

Con el esfuerzo de todos deseo que lo consigamos por el Festival y por Granada.

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