Cambio de sentido

Perfil del no votante

Me pregunto por el perfil del no votante, qué lo paraliza ante la situación social y política de Andalucía

Más que hablar de cocina demoscópica, la tarea de dar forma e interpretar las encuestas y estimaciones de voto y sacar de ello conclusiones útiles habría que compararla con una panadería. Se trata de amasar cantidades ingentes de datos y hacer con ellos un pan como unas tortas, con hormas realmente extrañas. Porque -ya nos lo advirtió el gran apócrifo Juan de Mairena- un pueblo no es la sumatoria de individuos, sino muy otra cosa, innúmera y más sensata que las tendencias resultantes en las urnas. Mas son las urnas y la ortopédica aritmética política a lo más que podemos aspirar para constituir el menos malo de los sistemas. Bueno, y no sólo eso: para que un sistema democrático lo sea de verdad, precisa de una educación de las gentes en filosofía, lógica, historia, antropología, arte, retórica, lenguas, que no sea tercermundista ni viva expuesta a los bandazos del poder político y a la demanda del económico. Pero los panaderos de la actual videopolítica suelen pedir masa, y que no sea crítica.

Digo todo esto tras los resultados de las urnas en Andalucía. El pan que ha salido del obrador de las estrategias de la campaña electoral tiene varias particularidades. La mayoría obtenida por el PP lo hace redondito; la izquierda ha hecho grumos hasta dejarlo en ácimo, sin posibilidad de esponjar; el macarenazo -o, mejor dicho, el macarajazo- no ha conseguido envenenarlo con el cornezuelo del odio, y le ha faltado la guinda de Marín, que en estos días se nos ha revelado consecuente con sus ideas. Pero lo más llamativo de este pan de comulgar es lo chiquito que ha salido. El 42% de los andaluces que pueden votar no lo han hecho. No han visto motivos para ir a las urnas.

Me pregunto por el perfil del no votante, qué lo mueve -o mejor dicho, qué lo paraliza- ante la situación social y política de Andalucía. Quienes no votan, ¿están satisfechos así y por eso no votan, o están tan insatisfechos que por eso no votan?, ¿les da igual todo?, ¿o dejan de votar por una fuerte convicción? Me cuesta pensar que los no votantes andaluces sean todos libertarios que tras una profunda deliberación decidan ejercer el no-voto. O que sean la izquierda afligida por la invertebración de los partidos que podrían representarles, apabullada por el optimismo irredento de los votantes de ultraderecha… Desde hace varias legislaturas, buena parte de los andaluces pasan de participar en sus elecciones. Hay que preguntarse el porqué, y a quién conviene.

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