SIEMPRE que acaba una campaña electoral, quienes vivaqueamos por los alrededores de la política dejamos escapar la misma expresión: ¡Menos mal! Hay una sensación de liberación y relajo que resulta gratificante (aunque no tanto como el orgasmo permanente que dice haber experimentado Zerolo gracias a Zapatero). Por fin se terminó el rollo. Ahora se trata de que la gente vote, y a quien Dios se la dé San Pedro se la bendiga.

Todas las campañas parecen, pues, iguales. Pero no lo son. De vez en cuando se producen fenómenos nuevos o hechos inhabituales que distinguen a una campaña de las anteriores. En la que concluyó -tan trágicamente- el viernes y culminará hoy con su consecuencia natural también los hubo. El fundamental quizás sea la reaparición de los debates entre candidatos, que probablemente, ojalá, inicie una etapa en que constituyan un hábito incuestionable que nadie se atreva en adelante a interrumpir.

Los debates han interesado mucho a tenor de las masivas audiencias que han tenido, y eso que queda mucho por perfeccionar en su organización y contenido. En el futuro deben rehuirse los formatos rígidos dictados por las negociaciones entre partidos, la repetición de los mismos bloques temáticos y la asignación a los periodistas del papel de meros cronometradores.

Con todo, no hay que ocultar que el debate duplicado entre los dos candidatos con posibilidades reales de gobernar genera un efecto indeseado: el fomento del bipartidismo. Si el núcleo de la campaña electoral gira en torno a la disputa Zapatero-Rajoy, la consecuencia inmediata es que las restantes opciones políticas, igual de legítimas, quedan desdibujadas ante el electorado. Más aún, se induce también un extraordinario personalismo, la batalla electoral se reduce al enfrentamiento dialéctico entre dos personajes y se acentúan los ribetes presidencialistas de la política. No se puede ocultar tampoco que un debate en televisión se dirige más a las emociones que a la razón. Suele ganarlo el que disfruta de mayor telegenia antes que el que dispone de mejores argumentos. Esto es peligroso, creo.

Otra novedad de esta campaña ha sido la definitiva extensión de los instrumentos que las modernas tecnologías de la comunicación han puesto al alcance de la sociedad. Los partidos han estado presentes en internet con sus páginas webs, blogs, creando personajes virtuales, chateando con los ciudadanos o enviando mensajes sms... Se trata de un hecho irreversible y, a la vez, de la forma más idónea para acceder a un inmenso público juvenil refractario a los mítines, carteles y otros elementos tradicionales. Irá a más en el futuro. Pronto las campañas serán completamente distintas.

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