Plaza de la Libertad

La libertad de un país no se mide por la cantidad de veces que la gente hace lo que le da la gana

Por defender la libertad, a Mariana Pineda la ajusticiaron en la plaza que, en su honor, luce aquel nombre. La Delegación de Educación da a la Plaza de la Libertad. Si el Consejero de Educación, Javier Imbroda, hubiera visitado la Delegación este miércoles se habría topado con la manifestación que protestaba contra el último decreto de escolarización de la Junta. Este adalid de la libertad dice que el decreto garantizará que los progenitores elijan el colegio de sus hijos. Pero la libertad de un país no se mide por la cantidad de veces que la gente hace lo que le da la gana. De ser así, decía Kymlicka, los habitantes de la Albania estalinista serían más libres que los de Londres, porque se topan con muchos menos semáforos.

En la Plaza de la Libertad hay otros dos edificios más modestos, que pertenecen al mismo colegio público. Este colegio tiene cada curso menos estudiantes, porque ha bajado la natalidad y porque en la zona hay muchos colegios concertados. El decreto del Consejero Imbroda, que en su vida anterior fue empresario de la enseñanza, favorecerá que más estudiantes se transfieran desde la pública a la privada concertada.

Mis dos hijos estudiaron en ese colegio al que el decreto de Imbroda está a punto de dar la puntilla. Convivieron allí con niñas y niños diversos, unos pobres y otros no tanto; algunos, hijos de inmigrantes. Los inmigrantes no suelen ser libres de elegir la escuela de sus hijos: los escolarizan en los colegios públicos que les tocan. Tampoco tienen mucha libertad de elección quienes no pueden pagar los autobuses escolares en los que algunas familias envían sus hijos a distantes colegios concertados. Estos son los mismos autobuses que impiden dos veces al día la libertad de movimientos del vecindario del Realejo. Por algo John Rawls, al describir la sociedad idealmente justa, no dijo que estaría presidida por el "principio de libertad" sino por el de "libertad igual".

Es normal que los padres aspiren a escolarizar sus hijos en el colegio que les parezca mejor, pero es deseable que el Estado armonice la máxima libertad para todos, no la libertad irrestricta de algunos a costa de la de los demás. Si se aplica el decreto, el fantasma de Mariana Pineda contemplará la Plaza de la Libertad vacía de niños y escuchará cómo algunos celebran, en la Delegación, que todos paguemos para que algunos sean libres de no mezclarse con los pobres.

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