Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Pobres, ricos y listos

Sus señorías, sin renuncian a sus privilegios, se han puesto de acuerdo para aprobar el Ingreso Mínimo Vital

Antes de aparecer la pandemia las organizaciones internacionales señalaban a España como el segundo país europeo con más desigualdad y pobreza, entre ella la infantil. Lo triste es el anuncio de los economistas con el aumento del paro y, consecuentemente, la miseria, hasta el punto, según los entendidos más agoreros, que llegaremos a niveles paupérrimos de la posguerra civil, cosa advertida en esas colas ante establecimientos benéficos para poder adquirir lo básico para mantener a esa población desfavorecida. Colas que se incrementan con personas que, hasta hace poco, tenían trabajo y medios para subsistir dignamente.

Todas las crisis afectan duramente a los más débiles. Entre ellos, por supuesto, no están precisamente las mal llamadas 'señorías' que ocupan los parlamentos, formidables empresas públicas para empleos fáciles, a los que se puede acceder sin tener, obligatoriamente, relevancia previa, curriculum profesional, académico, etc., sino simplemente por haber logrado formar parte de una lista que los ciudadanos no han confeccionado, sino simplemente votado. La mayoría tiene un trabajo fácil: aplaudir a los jefes en esas peleas de gallos faltones e indocumentados. Por eso hay que agradecerles que, por una vez, sus señorías, sin renunciar a sus privilegios, se hayan puesto de acuerdo para aprobar un Ingreso Mínimo Vital, una medida que afecta a lo más débil de la sociedad y que no ha obtenido ningún voto en contra, seguramente por vergüenza colectiva parlamentaria. Un salario existente en Europa y que no puede sustituir a los esfuerzos de la política y la sociedad para hacer posible el acceso a un derecho fundamental como es el del trabajo digno, lo deseado por los ciudadanos, más que caridades, imprescindibles cuando falla todo lo demás, o 'limosnas' institucionales.

La sociedad está dividida en tres grandes grupos: los pobres, los ricos y los listos, estos últimos intentando, por los medios que sean, separarse del primer grupo y acercarse al segundo. Para algunas religiones el reino de los cielos será de los pobres, pero como es un reino un tanto lejano -salvo que estas pandemias los acerquen, aunque muchos han muerto en un infierno indescriptible-, el asalto a los cielos terrenales puede conseguirse a través de la política, donde la escalera es relativamente cómoda, basta con no tener principios o tener tantos que pueden cambiarse según el gusto de los clientes, siguiendo al genial Groucho Marx. A veces, los listos aciertan, como ha ocurrido en el Congreso de los diputados y miran a los pobres y les aprueban esa renta mínima, quizá para que no se fijen sólo en sus peleas de taberna, en sus chabolas de lujo, sus aviones y coches oficiales y sus 'ingresos mínimos vitales'.

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