Pasó el tiempo en el que la poesía era un arte noble. Queda muy lejos el tiempo de Góngora, Rubén Darío o Lorca, por incluir la cuota granadina. Ahora parece que cualquiera puede autodenominarse poeta, e incluso pueden publicar su libro y ganar dinero. Basta con decir algo que suene vagamente a poesía y, automáticamente, ya se es poeta. Sin importar el dónde ni el cómo, o el mensaje que se quiere transmitir.
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