El as en la manga

Ángel Esteban

Política y género

EL fin de semana leí un largo reportaje en un periódico de ámbito nacional sobre las actitudes sexistas en el tratamiento diferenciado de hombres y mujeres que se dedican a la política. ¿Por qué -se preguntaba el reportero- los hombres son Acebes, Zapatero, Rubalcaba, Rajoy, Llamazares, Bono, Clinton, y las mujeres son Soraya, María Teresa, Hilary, Condolezza, Ségolène, Espe? Al principio pensé que era una exageración, y que no era para tanto, pero luego mi inconsciente gamberro me traicionó hasta la humillación. Leía otro periódico, esta vez digital, y vi una noticia destacada solo en titular, sin foto: "Aguirre no descarta presentarse como alternativa a Rajoy". De un modo instintivo pinché la manita para seguir leyendo, porque me parecía muy fuerte una declaración tan fulminante del entrenador del Atlético de Madrid, después de haber vapuleado al Almería en una goleada histórica. Pensé que se le había subido el triunfo a la cabeza y ya había decidido arreglar España entera. Pero no: Aguirre era Espe, y no el mexicano. Qué desilusión. Y lo peor fue cuando me di cuenta que, además de que mis expectativas políticas se habían esfumado, había incurrido en un grave error sexista: "Aguirre" no podía ser una mujer.

Creo que es oportuno ir corrigiendo esos detalles, que no son errores de bulto, sino horrores con mucho bulto, porque vienen a decir más o menos que las mujeres son más accesibles, vulnerables, manejables, y por eso se las trata con el nombre, con más familiaridad, sin el respeto que supone el apellido, que indicaría que la fuerza, el coraje y la seriedad del que lo posee obliga a darle mayor consideración y distancia. Así, también habría que evitar la tendencia a fijarse, para valorar a una mujer pública, en el tipo de peinado, en el vestido, la fotogenia, si está o no casada y tiene hijos, etcétera, cuando eso nunca se le tiene en cuenta a un hombre. Y en esta labor tienen mucha responsabilidad los periodistas, pero también los mismos políticos. Porque no hay que llegar a extremos ridículos de falso respeto e igualdad, como el archimanoseado ejemplo de Ibarretxe, que siempre repite "los vascos y las vascas".

La lengua es texto, pero también contexto, y todos sabemos que en español y en otros cientos de idiomas, una sola expresión, sea masculina o femenina, agrupa a todo el colectivo. Además, puestos a ser gilipollas, decir "los vascos y las vascas" está claramente poniendo por detrás a ellas con respecto a ellos, por una simple razón de contingencia tempo-espacial. Total, que habrá que empezar a llamar a las damas por su apellido, aunque sea tan complicado como Sáenz de Santamaría, con esas eses que Rajoy pronuncia tan raras.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios