la tribuna

Javier De La Puerta González-Quevedo

Políticos y economía global

LA economía global está en el momento más delicado desde que en 2008 estallara la Gran Recesión. Los tres grandes de la economía mundial -EEUU, Europa y China- están en situación de peligro, y al mismo tiempo. Pero los políticos se muestran impotentes para prevenir una debacle. En los próximos meses, entre este otoño y la primavera próxima, los tres polos de la economía mundial se enfrentan a situaciones críticas: 1) riesgo de colapso de la Eurozona); 2) "precipicio fiscal" norteamericano; y 3) caída del crecimiento en China. Las tres tienen un rasgo común: el momento crítico económico tiene por causa factores político-institucionales que llevan a un callejón sin salida; y esos mismos factores bloquean las vías de solución. Estamos ante un potencial desastre económico, provocado por la política, de consecuencias incalculables.

1) El riesgo de colapso de la Eurozona. La Eurozona se precipita en la recesión, con una periferia deprimida hundiendo el núcleo. Y los líderes europeos no aciertan con la salida a la crisis, en medio de un laberinto de intereses y prejuicios nacionales cada vez más enfrentados.

2) El "precipicio fiscal" norteamericano. La economía de EEUU padece una recuperación anémica, mientras un sistema político disfuncional, atascado por una exacerbada tensión política, le pone zancadillas, empujando al país al llamado "precipicio fiscal": si no hay acuerdo en reducir el déficit para el 31 de diciembre, entrarán en vigor automáticamente -por ley- recortes de gasto indiscriminados y subidas de impuestos equivalentes al 4% del PIB, provocando una recesión segura.

3) La caída del crecimiento en China. China se enfrenta por vez primera en 30 años de milagro económico a un triple reto: a) la ralentización de su economía, con peligro de aterrizaje brusco; b) un cambio estructural del modelo de crecimiento; y c) una transición de liderazgo, convertida en lucha por el poder. Los líderes chinos están divididos ante el calado de unas reformas (reducción del papel del Estado en la economía, liberalización financiera) necesarias para seguir creciendo, pero que socavan el poder del Partido Comunista.

Ángela Merkel es una líder sólida y prudente. Sigue el método empírico de liderazgo: pendiente de las encuestas y del equilibrio interno de su coalición de gobierno, y sometida a la revisión del Tribunal Constitucional, huye instintivamente del riesgo y de la gran visión a largo plazo. Pero la ausencia de un gran diseño -que conecte las medidas económicas a corto plazo con el futuro institucional y político de Europa- ha lastrado la credibilidad de todas las soluciones a la crisis del euro. Merkel no parece tener ni la visión ni el arranque para el gran salto necesario.

Barack Obama encarna el método retórico combinado con la microgestión y una deliberación racional y minuciosa. Al comienzo de su presidencia trazó una gran visión del nuevo papel del Estado como promotor del cambio en sectores estratégicos (energía, infraestructuras, educación, sanidad). Pero su tendencia a involucrarse en el detalle, al diálogo y el compromiso permanentes, y a evitar el cuerpo a cuerpo político, ha paralizado sus políticas más ambiciosas. El sistema americano de checks and balances, y la polarización extrema por una oposición republicana radicalizada, han hecho del presidente un rehén político. El "precipicio fiscal" de final de año es el último episodio de chantaje a un líder débil. Falta coraje político. No puede pasarse de la gestión diaria a las grandes ideas y transformaciones rehuyendo la confrontación.

Para los líderes chinos conflicto es sinónimo de inestabilidad y caos. Evitan a toda costa su expresión pública en una "sociedad armónica". Es el método del consenso forzado -en la cúspide del poder y en la sociedad-. El conflicto político se cuece y se tapona en el interior del Partido Comunista, sin cauces formales para su expresión, ni procedimiento para la sucesión en el poder. El primer ministro Wen Jiabao ha sido el único en defender públicamente la íntima conexión entre las reformas económicas imprescindibles para el crecimiento y los cambios políticos (apertura, mayor libertad de expresión, imperio de la ley) imprescindibles para el salto cualitativo en el desarrollo.

China necesita un cambio fundamental, a partir de instituciones sin procedimiento reglado para realizarlo. Históricamente, las grandes reformas y cambios de liderazgo han sido convulsos. Como demuestra el caso Bo Xilai, no basta el carisma personal para imponerse. Se precisa un consenso mayoritario para el salto modernizador que China necesita.

Nos jugamos que la segunda globalización (desde 1991) de la era contemporánea no acabe como la primera (1871-1914), que desembocó en la tenebrosa primera mitad del siglo XX. El peligro es de tal gravedad que sólo líderes de una solidez y capacidad fuera de lo común -en las democracias avanzadas (EEUU y Europa) y, esperemos, en China- podrían revertir la dinámica económica destructiva en la que estamos inmersos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios