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Cambio de sentido

Populismo

Populista puede ser la pena de muerte y la alegría de vivir, la paz y la guerra, Jesús y Barrabás

Qué popular se ha vuelto la palabra populismo! Está de moda. Cae de la boca del analista a mi zurrón. ¡Y qué impopular, a su vez! "¡Populista!", le dice una a otro; "Eh, ¡sin faltar!", responde. Los del pópulo estamos la mar de preocupados con la pandemia de populismo. Es, eso sí, un término socorrido: yo, en cuanto me quedo sin palabras ante el argumento del contrario grito "¡Demagogia!" (que impone más que "populismo") y asunto resuelto, como si fuera Maura en vez de una misma en el Facebook o en un tabanco. Pruébenlo, no falla. No olviden que, como el infierno, los populistas son los otros.

Últimamente se habla de populismo como si fuera una ideología y no un modus operandi que prende allá donde se haga soplar el viento, habitual de la realpolitik en las llamadas democracias, y que lo practican con denuedo todos los partidos, especialmente en período electoral. El problema no es tanto el populismo como aquello que, en cada tiempo y país, resulta populista. Populista puede ser prometer más investigación contra el cáncer y es, entre gringos, construir un muro en la frontera. Populista puede ser la pena de muerte y la alegría de vivir. O la paz y la guerra; el burka, el biquini, el burkini; el racismo y la filantropía, Jesús y Barrabás. Por otro lado, hay -quiero pensar- iniciativas para el pueblo y con el pueblo que cumplen estrictamente con la idea democrática, y propuestas efectistas a las que sólo les importa el contenido en la medida en que, al comulgar con una corriente masiva -tantas veces latente por ser políticamente incorrecta-, puede servir para alzarse con el poder: no son harina de la misma parva.

¿Y el pueblo? ¿A qué cosa llaman pueblo, que lo mismo nos lo pintan ilustre y soberano cuando vota que escarramán en chándal cuando ya ha votado? ¿Qué volksgeist tan voluble nos avoca a tanto déspota espurreado por el mundo? Con la sabiduría popular en vías de extirpación, y sustituida la formación humanística por la de masas y el "estado de opinión" por "estado de impresión y fogonazo", poco pueblo va quedando para tanto populista como anda suelto. Habrá quienes culpen al pueblo -en concreto, a las clases llamadas populares- de la decadencia espiritual de Occidente, de la rebelión de las masas, de la regresión que vivimos. Es propio del déspota moderno hacerse pasar por demófilo y propio del demófilo exigir que no nos den déspota por pueblo, ni pueblo por suma de individuos intencionadamente despojados.

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