Res Publica

José Antonio Montilla

Populismo

En la sociedad no existen dos bloques enfrentados sino un conjunto de grupos heterogéneos y en conflicto

A quien piense que en España se está abusando de la expresión populismo, le aconsejo darse una vuelta por Italia. Allí no hay una conversación o un debate en el que no aparezca la referencia al populismo como arma arrojadiza. Lo mismo sirve para rechazar un planteamiento sin necesidad de mayor argumentación que para definir un movimiento político con el que no se está de acuerdo. Es cierto que la escena política italiana se presta a ello. Más allá de Renzi, acusado a menudo de tener tics populistas, nos encontramos con la Liga Norte cuyo líder, Salvini, saludó el resultado del referéndum sobre la reforma constitucional con un tuit en el que decía "viva Trump, viva Le Pen, viva Putin"; a su vez, Beppo Grillo pedía votar en ese referéndum "con la barriga" y Forza Italia sigue controlada por Berlusconi. En fin, la quintaesencia del populismo reunida en un mismo país.

Pero, ¿qué es el populismo? Dado que parece un término asentado en nuestro ecosistema político, debemos establecer algunas líneas delimitadoras del fenómeno. A mi juicio, el populismo no se define por su contenido político o programático sino que se trata más bien de una forma de entender la realidad política. Por ello, hay populismo de derechas y populismo de izquierdas. Coinciden en la forma de presentar sus discursos aunque los mensajes sean distintos e incluso opuestos. Lo que caracteriza al populismo es su comprensión de la sociedad como un marco de conflicto entre dos polos enfrentados en el que uno es bueno y otro malo. En él, los populistas se presentan como representantes de los buenos (el pueblo, la gente) frente a los malos (la casta, lo establecido, el régimen). En ese sentido, engarza directamente con la dialéctica entre amigo y enemigo planteada por Carl Schmitt en el periodo de entreguerras. Precisamente, el constitucionalismo de la segunda mitad del siglo XX se construyó sobre el principio de la democracia pluralista en respuesta a esa concepción dicotómica de la sociedad tanto de los fascistas como de los bolcheviques. En la sociedad no existen dos bloques enfrentados sino un conjunto de grupos heterogéneos y en conflicto. La función de la Constitución es la articulación de esos intereses diversos a partir de un consenso básico entre todos. Esto se concreta en los procedimientos democráticos que permiten a la minoría convertirse en mayoría y, por supuesto, en los derechos de la ciudadanía. Por ello, se equivocan los populistas cuando se consideran en posesión de la verdad. Como nos decía Antonio Machado, la verdad hay que salir a buscarla entre todos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios