mar adentro

Milena Rodríguez / Gutiérrez

El Premio Lorca

CON el fin del verano comienzan a aparecer en los periódicos noticias sobre el Premio Federico García Lorca que, según se ha establecido este año, se fallará antes del 15 de octubre. Como suele ocurrir en estas fechas, las noticias giran en torno a las diferentes candidaturas presentadas y a las apuestas sobre los candidatos mejor situados para obtener el galardón. La historia del premio nos dice, sin embargo, que dichas quinielas resultan, a menudo, fallidas: poco importa que un candidato sea propuesto por, digamos, cinco o seis instituciones, si luego no consigue reunir los votos suficientes del jurado, que es quien tiene la facultad de elegir al ganador.

Durante estos siete años de andadura, el Premio Lorca ha sabido mantener un nivel alto; todos los premiados son poetas de gran prestigio, autores de una obra bien significativa; merecedores, sin duda, del galardón. Asimismo, el Premio ha logrado sostener diversos y delicados equilibrios: el de mirar hacia las dos orillas, la española y la hispanoamericana, o el de de dar cabida en su nómina también a las mujeres.

Hay, sin embargo, un aspecto que, sobre todo en los últimos años, ha estado muy desatendido. Me refiero a las Jornadas Académicas dedicadas a la obra del premiado. El descuido ha llegado a su punto más alto en el pasado 2012, en que no se dedicó a la autora premiada, la cubana Fina García Marruz, más que una conferencia, obviándose tanto la presencia de especialistas conocedores de su obra como las mesas redondas habitualmente previstas. Y esto a pesar de que las bases del Premio explicitan que dichas Jornadas forman parte del galardón. Podría pensarse que los ajustes de presupuesto obligaron a estos recortes. Sin embargo, en el programa de las Jornadas, aún visible en internet, podemos apreciar que, en el espacio y tiempo otros años dedicados a estos actos académicos, se hicieron otros que nada tenían que ver con la autora cubana, como un taller de poesía impartido por un poeta mexicano, o una mesa redonda dedicada a "La poesía española hoy".

Ahora que con la crisis el Premio ha dejado de ser el mejor dotado de España para convertirse en lo que quizás debió ser desde el comienzo -el modesto reconocimiento otorgado por una modesta administración preocupada por la cultura-, urge todavía más que las Jornadas Académicas tengan algo de dignidad. A pesar de lo que pueda haber creído el Ayuntamiento, el dinero no ha sido nunca la única razón para sustentar la importancia de un premio de poesía; pero cuando el dinero falta, o escasea, son aún más necesarias razones literarias y académicas que lo avalen.

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