Een algunas ciudades dicen no querer al Rey, algunos partidos políticos opinan que la monarquía es cosa de otros tiempos, cosa caduca. Otros sueñan con gobiernos de repúblicas en el exilio mientras sus sueldos salen de la infame monarquía borbónica y de sus súbditos maltratados.
Pudiera ser que el desliz de protocolo del actual presidente del Gobierno fuera un lapsus mental, como si ya estuviera viéndose en la figura presidencial de una imaginaria república con-federal de pueblos hispánicos (RCFPH).
En ese sueño donde la monarquía estuviera suprimida, y no negaré yo que las monarquías son algo anacrónicas, la primera cuestión que plantearía a esos que no quieren reyes ni cosas caducas es qué presidente desean. Un presidente meramente figurativo, de adorno, con pocos poderes, quizás al estilo alemán o italiano. Digamos que casi como la actual figura del monarca. Imagino que no, para eso no querrán un presidente de la república. Sería mejor un presidente con poderes fuertes, al conocido estilo francés. ¿Y qué haríamos entonces con la figura del presidente del gobierno o del llamado primer ministro? Imaginen ustedes a la clase política española acordando suprimir la figura de la presidencia del Gobierno para dar enjundia al presidente de la República, esa que al parecer nos solucionaría todos los problemas y además nos evitaría tener cosas caducas como reyes, reinas, princesas e infantas.
A pesar de su anacronismo, resulta que los reyes y reinas del siglo XXI tienen ya escasos privilegios, tienen que prepararse para ejercer de reyes o reinas, son medidos sus pasos de continuo y disponen de escasa libertad personal.
Claro, me dirán que al presidente de esa imaginaria RCFPH los elegirá el pueblo por votación secreta y directa, ¿o quizás no? ¿No podría elegirlo las Cortes, al igual que en la Constitución de 1931? (ver artículos 67 a 85 de la misma) ¿Y por cuantos años? ¿Y repetirán cuantas veces? ¿Y lo podrán destituir? Imaginen, de nuevo, a la clase política española acordando tales temas. Una maravilla será verlos ponerse de acuerdo en cómo repartirse el poder entre el presidente, el de la República, y el otro presidente, el del Gobierno. Y por supuesto además estarían todos los demás presidentes, los de las repúblicas casi independientes de lo que ahora se llaman comunidades autónomas. Y con seguridad que habría tortas para copar tantas presidencias. Espero que al Rey no se le pase por la cabeza presentar su dimisión. Vale.
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