La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Presupuestos

A Cambril y Miralles les queda alardear por seguir en sus extremos, pero de poca utilidad para la ciudad que dicen servir

El Ayuntamiento de Granada llevaba sin renovar el presupuesto municipal desde que Pepe Torres logró el último en 2015. En el trayecto ha habido tres alcaldes distintos y ningún presupuesto nuevo. Ahora que el rojo de los números exige urgencias, y no solo las debidas a la pandemia, es un alivio suspirar un poquito, no ya porque Luis González, concejal de Economía, y su equipo, han sabido explorar y aspiran a reflotar las cuentas municipales con medidas sensatas, sino porque haya sido posible firmar el acuerdo entre los grupos, excepto dos, uno a cada extremo.

Al acuerdo se han unido PSOE, PP y Cs. En Granada ha sido posible lo que la mayoría preferiría para España. Ni Podemos ni Vox han aceptado salir dándose el codo, se han quedado fuera del histórico retrato. Quizá buscan otro tipo de codazo, quizá les interesa que haya tensión, como diría ZP. A unos no los dejan pactar desde Madrid y a otros su sello ideológico les impide practicar acuerdos allí donde no gobiernan los propios. Su democracia es así de recortada.

Los portavoces de grupo se dieron la... el codo, para dejar constancia histórica de un pacto, sin más distancia ni máscaras que las que obliga a usar la fase 1 del estado de alarma. César Díaz ya ofreció pactos cuando sólo era un aspirante a concejal, desde aquella oposición municipal de 2018. Entonces no le ayudó mucho a su propuesta de acordar unos presupuestos, el eco de una campaña electoral inminente y un clima político dividido, no menos que hoy. Con la cautela debida y la responsabilidad por montera, César Díaz puede presumir de haber sido un político igual de pactista como portavoz de la oposición que ahora que lo es desde el gobierno.

Luis González, el concejal que prefiere la razón de los números en las cuentas públicas más que los cuentos de imposible razón, ha declarado que le hubiera gustado la unanimidad. Cinco años sin renovar presupuestos municipales era ya muy perjudicial para Granada, no por culpa del libre votante, sino por la intransigencia política de sus representantes.

A Luis Salvador le queda la satisfacción de ser el alcalde que logra el acuerdo. A Paco Cuenca la generosidad de haber hecho posible que su representación municipal sea útil a Granada y no solo a su partido. Y a Cambril y Miralles la pobre satisfacción personal de alardear por seguir en sus extremos, en su deriva frentista de fuerte arraigo entre los muy cafeteros, pero de muy poca utilidad práctica para la ciudad que dicen servir.

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