LAS previsiones de la Comisión Europea sobre la evolución de la economía española difieren notablemente de las anunciadas por el Gobierno de la nación. Para mal: Bruselas pronostica que el Producto Interior Bruto de España caerá en 2013 un 1,5%, que es exactamente el triple de lo que contempla el Ejecutivo de Rajoy, augurando para 2014 un leve incremento del 0,5%, menos de la mitad del cálculo gubernamental. Distancias semejantes se producen en la previsión del déficit, y sólo en la deuda se mantienen cifras semejantes entre las dos partes. Si el informe de la Comisión, que hoy se debe hacer público, concreta estas tendencias, lo que nos espera es peor de lo anunciado: la recuperación está lejos, el paro aumentará y ni siquiera dentro de dos años podemos estar seguros de un crecimiento económico mínimamente positivo. No se ven en el horizonte ni los brotes verdes y esperanzadores proclamados por la ministra de Empleo al tiempo que se batía el récord de desempleo ni los frutos de las reformas de los que ha hablado en Nueva York su colega de Economía y Competitividad. Así las cosas, urge que el Gobierno adopte dos decisiones de importancia política. Una, contarles la amarga verdad a los ciudadanos, preparándolos para una recesión más prolongada y el consiguiente sacrificio colectivo, que debe implementarse con equidad y sentido de la justicia. Dos, revisar el cuadro macroeconómico en el que se ha basado el proyecto de Presupuestos del Estado para 2013, que corre el riesgo de repetir lo ocurrido al de 2012, reformado a la baja nada más aprobarse (lógicamente, el Presupuesto andaluz correría la misma suerte, ya que la situación de la economía regional es comparativamente más delicada que la media nacional). Además, habrá que negociar con Bruselas algún tipo de flexibilidad en materia de déficit, ya que el objetivo comprometido está fuera del alcance de un país que no tiene motivos para creer que la salida del bache está próxima. Aguardamos con expectación que el Gobierno tome posiciones al respecto.