SE ha abierto la campaña oficial de las elecciones primarias en el Partido Socialista entre los tres aspirantes que lograron reunir los avales requeridos para participar en la carrera. Dentro de dos semanas serán todos los militantes, y no sólo los avalistas, los que decidan libremente el nombre del próximo secretario general del PSOE, que habrán de ratificar los delegados al congreso extraordinario convocado tras la renuncia de Rubalcaba. Las primeras polémicas que han salido a la luz han sido las referidas al mayor o menor número de avales registrados, a su procedencia territorial y a las presuntas presiones de los aparatos regionales y provinciales en favor de uno y otro (Pedro Sánchez y Eduardo Madina, ya que Pérez Tapias es ajeno a estos rifirrafes orgánicos). Falta lo principal: el debate sobre qué proyecto defienden los candidatos para sacar al partido de su actual postración y qué proyecto político debe ofrecer al país el nuevo PSOE. De estos temas no se ha discutido hasta ahora. Se puede decir que ni siquiera se ha hablado de ellos en plan monólogo, ya que los dos aspirantes con posibilidades de vencer en las primarias no están diciendo más que vaguedades, lugares comunes y buenas intenciones, y cuando se han aventurado a pronunciarse sobre asuntos relevantes, como el conflicto de Cataluña, han tenido que rectificar porque, o no lo tienen claro o no saben explicarse o no miden las consecuencias de sus palabras. Las primarias socialistas, que son realmente innovadoras por hacer posible el protagonismo de toda la militancia, corren serio peligro de convertirse en una pasarela en la que pesa más la imagen de cada cual que sus ideas y soluciones para los problemas del PSOE y de España. Todavía están a tiempo los aspirantes, y los organizadores de los comicios, de celebrar auténticos debates abiertos y de pronunciarse individualmente sobre los grandes asuntos de la política nacional: la crisis económica, el conflicto territorial, el papel de la socialdemocracia en la España actual, la política de alianzas, la crisis de las instituciones, la forma de Estado, la reforma de la Constitución... Temas no faltan en la agenda nacional. Lo que falta es, tal vez, una mayor consistencia de los candidatos, urgidos a presentar un proyecto colectivo capaz de ilusionar a los militantes que han de elegir entre ellos y de atraer -de esto se trata, en última instancia- a los españoles para cortar la inequívoca decadencia electoral del socialismo desde hace cuatro años. Los afiliados al PSOE necesitan saber qué es lo que van a votar, más allá de un rostro más o menos agraciado, y los ciudadanos qué les ofrece el segundo partido del país para regular su vida.

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