LAS primarias lanzadas en Madrid para elegir al candidato socialista para la Presidencia del gobierno regional están dando de sí mucha publicidad para los contendientes. Un espectáculo democrático atractivo, aunque de momento algo soso. En todo caso, uno no entiende por qué el PSOE no ha aplicado la fórmula en donde quiera que se ha reclamado. Para eso está en los estatutos. En Málaga la actividad de Ignacio Trillo por e-mail es tan frenética que casi roza el spam, pero el antiguo delegado de Medio Ambiente sigue inasequible al desaliento, enviando recursos, réplicas o declaraciones varias veces diarias. Desde el aparato del partido se insiste en que no conseguiría los avales necesarios para poder presentarse, pero ese argumento refuerza la creencia de que la más abierta es siempre la mejor opción. Y quien pueda, que pueda, por remedar el eslogan de Trinidad Jiménez.

En Madrid la campaña, aunque sosa, no está exenta de mala intención. Los más cercanos a Zapatero, por convicción o por oportunismo, se arriman a Jiménez, una buena ministra de Sanidad, ministerio con pocas competencias en el que Celia Villalobos demostró que es fácil columpiarse. Rubalcaba, que si fuese esgrimista tendría una colección de trofeos y medallas olímpicas, ha lanzado la maldad de que el principal mérito de Gómez es que le ha dicho que no a Zapatero. Algunos son menos sutiles y en vez de florete utilizan el bate de béisbol. Pedro Castro, alcalde de Getafe y presidente de la Federación Española de Municipios, ha dicho que Gómez es el candidato de la derecha. Claro que Castro no es un dechado de fineza. Hace un par de años pasó a la posteridad con una pregunta: ¿por qué hay tanto tonto de los cojones que vota a la derecha? Fino. En todo caso, se podría replicar a Rubalcaba que el mayor mérito de Jiménez es haberle dicho que sí a Zapatero.

En Sevilla un espontáneo de lujo se ha echado a este ruedo. Monteseirín ha elogiado con énfasis el sistema de primarias. Es una manera de reivindicar el origen de su candidatura. Lo malo es que hace doce años estuvo en el papel de Jiménez, con el favor del poderoso presidente Chaves, que no se sabe por qué no quiso que Rodríguez de la Borbolla fuese el candidato socialista.

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