Ojo de pez

pablo / bujalance

Provincianos

EN la fabulosa entrevista publicada ayer en estas páginas, la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, consideraba improbable que una historia como la suya pudiera darse a la inversa: es decir, que una niña nacida, pongamos, en la bucólica región de Normandía llegara a convertirse en alcaldesa de Madrid. Me gustó el modo en que Hidalgo reivindicaba la integración a este extremo como un pilar de la República. Pero en España también sabemos de eso: cuando Montilla llegó a la Presidencia de la Generalitat, buena parte de la opinión pública catalana celebró la gracia como si Calígula hubiese vuelto a nombrar senador a su caballo: ya ven, los andaluces pueden servir para algo más que plancharnos la ropa y servirnos el café. Sin embargo, los últimos sucesos relacionados con la Banca Catalana y Jordi Pujol revelan que en Cataluña, como en el resto del país, los presidentes mandan sólo en función de lo bien que se lleven con las troikas regionales, ésas que deciden, en última instancia, quién hace qué y por cuánto. Por cierto, dado que, si el honorable se hubiese quedado calladito, de lo suyo nadie habría dicho ni mu (salvo, claro, quienes llevan años haciéndolo), resulta digno de homenaje el jarro de agua fría que ha vertido al proceso. Eso ya no es seny, sino realpolitik. Y encima pasando por independentista, con dos orejas.

Pero bueno, a lo que iba. En España, el poder político sigue siendo una cuestión provinciana. Si se trata de poner a alguien al frente de esto, mejor que sea de los nuestros, en el más concreto sentido de la expresión. Los presidentes mejor valorados son los que actúan como alcaldes y los que se dirigen a los ciudadanos como vecinos, porque el toque bonachón y paternalista se identifica de inmediato con la honradez (las catequistas hicieron bien su trabajo). Lo que cabe concluir de todo lo que está pasando en Cataluña es un clamor extendido: si alguien ha de llevárselo calentito, que por lo menos se trate de un buen catalán, como Pujol o Messi. En el País Vasco perdura un escrúpulo a la hora de llamar al terrorismo por su nombre porque los etarras se criaron en nuestras calles y jugaban con nuestros hijos. Son buenos muchachos. De los nuestros. Y en Andalucía, el PSOE que recela de la elección directa de los alcaldes es el mismo que ha sentado en San Telmo a dos presidentes que nadie ha escogido. Porque sí. Y todos tan contentos. Al cabo, el lío de los ERE ha demostrado que los malos eran otros. ¿No?

Pues eso, con todos los respetos, que los franceses se metan en sus asuntos que nosotros ya tenemos bastante con lo nuestro. A mí las doce tribus de Israel.

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