señales de humo

José Ignacio Lapido

Psiquiatría

ME pregunto qué pasaba por la cabeza de Mariano Rajoy los meses previos a convocatoria electoral por parte de Zapatero, hace menos de un año. Recuerdo que no paraba de pedir elecciones anticipadas, seguro que lo recordarán ustedes también. Que tanto él como sus colaboradores calificaban indefectiblemente de disparate u ocurrencia cualquier medida que adoptaba el gobierno socialista. Recuerdo igualmente que entonces la prima de riesgo no llegaba a los 400 puntos básicos y que la idea de sobrepasar esa cifra era temida como una catástrofe. Recuerdo, no sin estupor, que aún postulándose como salvador, Rajoy no daba muchas soluciones, más bien ninguna. Recuerdo haber escrito en estas mismas páginas sobre esa actitud comparándola con la taumaturgia. Mariano era la persona que lo arreglaría todo y su mera elección sería suficiente para calmar a los mercados y poner orden en el desbarajuste: él era la solución.

Me pregunto qué habrá pasado por la cabeza de Mariano Rajoy cualquiera de los días de esta semana cuando al levantarse y hacer el repaso matinal a los titulares de los periódicos haya leído cosas como "España, al borde del abismo"; "La prima de riesgo alcanza su máximo histórico"; "El rescate es inminente"; "Debacle de la bolsa"; "El diferencial con el bono alemán desbocado"; "España no lo ha podido hacer peor"; "Los mercados castigan la política del Gobierno español"; "La indefinición de Rajoy hunde la Bolsa y dispara la prima de riesgo"… Sólo puedo especular acerca de lo que habrá dicho para sus adentros, ¿el resignado "que Dios nos coja confesados" o el socorrido "tierra trágame"? Quién sabe.

Lo cierto es que hoy, una vez abaratado el despido y subidos los impuestos, con la prima de riesgo a 536, con el dinero abandonando el país a espuertas y con las empresas que cotizan en bolsa descapitalizadas, me ronda otra pregunta: ¿A qué se asemeja más Rajoy, a un boxeador sonado o a un pollo sin cabeza? Porque es evidente que el Presidente del Gobierno bascula entre el bloqueo y la hiperactividad; entre el "ya hemos hecho todo lo que teníamos que hacer y ahora es Europa la que tiene que actuar" y el "todos los viernes habrá nuevas reformas". Bueno, ellos las llaman reformas, yo, menos imaginativo, las llamaría maniobras compulsivas de desguace y demolición. En esta tesitura, comprobada de facto la completa inutilidad de sus medidas, lo único que le queda a Mariano es mandar a sus ministros a Washington, a Bruselas y a Berlín a pedir complicidad al FMI, dinero al BCE y clemencia a Merkel. Los aviones oficiales deben estar con los motores recalentados de tanto viaje, pero ni por esas. Visto lo visto, de Europa sólo podemos esperar el puñetazo definitivo que acabe por tumbarnos en la lona.

Me pregunto qué será lo próximo, ¿enviar una delegación de tecnócratas al Vaticano a pedir la intercesión divina?

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