Quimeras de humano y ética social

Conviene asegurar que se desarrollan en el marco de los límites de la ética para que sean socialmente aceptadas

Hemos conocido esta semana que el equipo del investigador español Juan Carlos Izpisúa ha logrado crear por primera vez quimeras de humano y mono en un laboratorio de China, como paso previo hacia su objetivo final de convertir a animales de otras especies en "fábricas de órganos" para trasplantes. Un objetivo loable que puede beneficiar a muchas personas en todo el mundo.

Conviene aclarar que las quimeras, según la mitología griega, eran monstruos con vientre de cabra y cola de dragón, capaces de vomitar fuego por las fauces de su cabeza de león. Las quimeras científicas serían, como en este caso, la mezcla genética de dos especies diferentes: el hombre y el mono.

La información que hemos conocido traslada que Izpisúa ha modificado genéticamente los embriones de mono para inactivar genes esenciales para la formación de sus órganos, pasando a inyectar después células humanas capaces de generar cualquier tipo de tejido. La consecuencia es una quimera de mono con células humanas que no ha llegado a nacer, ya que los investigadores han interrumpido la gestación.

También se trabaja en experimentos con células humanas y de roedores y cerdos con la misma finalidad de poder producir órganos para trasplante en un futuro no muy lejano.

Al debate científico se debe unir el debate ético que ha de considerar las garantías que deben existir para no traspasar la línea que hipotéticamente pudiera dar lugar a una nueva especie cuyo comportamiento y cuyas consecuencias fueran inaceptables, indeseables y/o peligrosas.

Es por esto que la ética social debe presidir los comportamientos y los controles y llama la atención que sea en China donde se realizan estos experimentos o que sea China donde ocurrió la polémica modificación genética que consiguió que dos gemelas fueran las primeras en ser inmunes al virus del VIH de manos del investigador chino He Jiankui.

Merece la pena generar el debate público y social sobre estas investigaciones que, (persiguiendo objetivos loables), conviene asegurar que se desarrollan en el marco de los límites de la ética para que sean investigaciones socialmente aceptadas con requisitos legalmente establecidos a escala global para evitar convertir a China u otros países en paraísos de la investigación sin ética ni control. ¡Otra utopía por la que luchar!

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