El lanzador de cuchillos

Quintero

Detective sin prisa, el loco se agarraba al micrófono dorado y llenaba el espacio con sus silencios

Buenas noches, me llamo Jesús, mi padre era José y mi madre, María. Y de pesebre andábamos cortitos". Así se presentó Quintero en Granada, en el Foro de la Magdalena (FOMAG). De esto hace un par de años, pero por entonces las redes ya especulaban con la bancarrota del loco de la colina; por eso, José María Arenzana, quien fuera su guionista y partenaire en la velada granaína, lo recibió a portagayola: "Quintero tiene muchísimos talentos, pero ninguno como su extraordinaria capacidad para arruinarse". Cuestión zanjada. La gente que abarrotó el teatro disfrutó aquella noche de un Quintero reflexivo, seductor, introspectivo, desternillante.

El comunicador onubense, más allá de murmuraciones y chismorreos, sigue siendo una estrella incontestable (Evole le ha rendido un merecido homenaje en/con su cuerda de presos). Durante décadas pasaron por sus programas los personajes más poderosos y brillantes, atraídos por su fama de entrevistador inteligente, profundo y algo excéntrico. Y también los nuevos pícaros, los raros, los marginales. Su flauta convocaba a los intelectuales y a los notables, pero también a los ratones coloraos, a aquellos que Ruibal imaginó salvándose del hundimiento del Titanic agarrados a la tabla del jamón. Detective sin prisa, el loco se agarraba al micrófono dorado como un crooner del tercer mundo y llenaba el espacio con sus silencios y esa cadencia en la forma de preguntar, de asomarse al interior de sus invitados.

Perro verde, vagamundo, lobo estepario, Jesús Quintero es historia viva de la comunicación, pero eso poco parece importar en los tiempos de la televisión basura, Twitter y los pinchazos digitales. En un país de vecindonas, el derecho a la información corre siempre el peligro de deslizarse hacia el sumidero del cotilleo, de convertirse en una excusa para alimentar el interés morboso de un sector del público. Ya no se respeta a nadie, ni siquiera a los maestros. Quintero, bandera del periodismo de calidad, vetado por incorruptible, es un hombre excesivo, pero honesto, capaz de asumir su estrechez económica con la dignidad de la que carecen los mierdecillas que estos días vomitan la bilis del rencor y de la envidia.

El gran Manolo Reyes lo diagnóstico certeramente cuando el loco, con su poquito de guasa, le lanzó esta provocación en una de sus memorables entrevistas: "¿Te molesta que te llamen El Jorobado de Notre Barbate?". Y Manolito Pozí, con los ojos muy abiertos y sosteniendo el cigarro como una diva de extrarradio, dibujó una mueca de fastidio antes de responder: "Jezú, en mi pueblo lo que hay es musha mala leshe"

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios