la tribuna

Luis Felipe Ragel

Rajoy tampoco convence

LA inapelable victoria del PP en las elecciones municipales y autonómicas del pasado mes se debe fundamentalmente a los sucesivos y crasos errores de Rodríguez Zapatero y de los miembros de su Gobierno. El suicidio político del presidente se produjo el 20 de mayo de 2010, cuando el Consejo de Ministros aprobó el Real Decreto-Ley para la reducción del déficit público que aquél había contribuido considerablemente a engordar cuando ganó las últimas elecciones generales.

Parece inevitable el triunfo de Rajoy en los próximos comicios. Desde luego, lo hará mejor que Zapatero, pero tampoco me parece la persona idónea para liderar a España en estos momentos tan transcendentes. Después de muchos años como ministro y jefe de la oposición, ha demostrado tener mucha paciencia y sangre fría, pero desconocemos a estas alturas qué medidas concretas hubiera adoptado para solucionar la crisis en caso de haber tenido la responsabilidad de gobernar.

Rajoy fue ministro de Educación y dejó poca huella de su paso. Podía haber intentado remediar el esperpento socialista de la endogamia universitaria, pero fue su sucesora Pilar del Castillo la que, con mayor o menor acierto, toreó a aquel peligroso morlaco y, como la universidad es roja -utilizando esa palabra tan grata a Peces-Barba-, todos los rectores se le echaron encima, a pesar de haber elaborado en 2001 una ley mucho mejor que la triste reforma de las acreditaciones que introdujeron los socialistas en 2007, esta vez sin la oposición de los rectores, como es lógico.

El candidato del PP distingue perfectamente entre los propios y los ajenos. A los primeros los trata exquisitamente, no adopta decisiones drásticas con los problemas que originan y, si el caso es muy sangrante, espera pacientemente el tiempo que sea necesario para que el propio interesado sea el que tome la decisión de alejarse, como le pasó con Luis Bárcenas; sin embargo, a los segundos les tiende unos espléndidos puentes de plata para que abandonen lo antes posible la escena política, como le sucedió a figuras políticas tan prominentes como Rodrigo Rato o Eduardo Zaplana.

Sólo una profunda enemistad personal puede explicar la baja de Francisco Álvarez-Cascos, su posterior triunfo en las elecciones autonómicas y la relegación del PP en la región asturiana. Eso me recuerda lo que me confesó un catedrático de la vieja escuela: "A mi lado no quiero tener personas brillantes que sean independientes; prefiero que sean leales". Se pierde así la posibilidad de contar con personas muy valiosas cuyo apoyo y consejo serían necesarios para afrontar los momentos tan graves que está padeciendo nuestro país.

Aunque una persona que gana las oposiciones a registrador de la propiedad con 24 años ha de tener una gran capacidad de organización y bastante talento, Rajoy pierde mucho en el juego corto. De cara a unas elecciones generales, tendrá que soportar el calvario de un debate televisivo. En el primer encuentro con Zapatero en 2008 puso contra las cuerdas al presidente cuando tocó su talón de Aquiles, su escasa credibilidad, al iniciar una batería de "Usted dijo… pero ha hecho…". El socialista se quebró, vaciló, se tambaleó; todavía no había acuñado la célebre frase "miente como un bellaco", mostrando un hilo de saliva seca por la comisura de los labios. Pero el popular fue incapaz de noquearlo al carecer del instinto asesino que se requiere en tales ocasiones para asestar el golpe definitivo. En el segundo debate no volvió a plantear esa estrategia, estuvo muy mal asesorado y… perdió las elecciones.

En un debate entre Rajoy y Rubalcaba, cuando el primero reproche lo mal que han gestionado los socialistas la crisis económica, el segundo dirá que él no dirigía la orquesta, que él tenía una responsabilidad fundamental -la lucha contra ETA- que ha cumplido rozando los límites de la perfección. La distancia entre los dos partidos se acortará sensiblemente tras ese esperado debate, aunque el PP ganará las elecciones.

En mi opinión, don Mariano no es experto en adoptar medidas enérgicas sino en contemporizar y componer. Y aunque hay mucho por pactar, no creo que los opositores arrimen el hombro después de haber reprochado mil veces al PP su pasividad durante la crisis.

En su magnífica biografía sobre el líder británico, Roy Jenkins escribió: "La primera vez que veas a Churchill, verás todos sus defectos, y te pasarás el resto de tu vida descubriendo sus virtudes". Por el bien de España, espero equivocarme y no tener que parafrasear diciendo: "La primera vez que veas a Rajoy verás todos sus defectos y te pasarás el resto de tu vida confirmándolos".

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