Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Ramón Ramos, Erre que Erre

Confío en que Granada, que tanta chatarra concede a figurones insustanciales, tenga un detalle con él

En el origen de la eternidad un periódico deportivo me envió al Hotel Saler de Valencia para entrevistar a Butragueño y a un lateral leñero de la selección española. El madridista fue exquisito, pero el tuercebotas me hizo esperar dos horas de manera caprichosa. Aguanté, y cuando obtuve las declaraciones, lo miré a los ojos y espeté: "Cuando tú ya no valgas para patear una pelota, yo seguiré escribiendo". Años después fue imputado por corrupción y me tocó cubrir la noticia. Lo hice tratando de ignorar la ofensa, porque los dos mayores enemigos del periodista son la envidia y la venganza. Anoche memoré el hecho mientras jubilaba a Ramón Ramos, Erre que Erre, uno de los periodistas andaluces que ha engrandecido la profesión durante décadas. Desde que estuve a sus órdenes en aquella cantera de periodistas que fue Granada 2000, hemos visto encandecer y desaparecer a toda la clase política, administrativa y empresarial de entonces, exceptuados Sebastián Pérez y Jesús Quero. Normal. De ambos se podrá decir lo que un periódico del XIX publicó de uno de los líderes del Turnismo: "Todo desaparecerá menos él… él es Sagasta".

El editor vienés Karl Kraus, apuntó que "periodista es aquel que no tiene nada que decir pero sabe cómo decirlo". La máxima no es aplicable a RR. Ramón siempre tuvo algo que decir. Documentado, honesto, incombustible y sincero hasta la malafollá, este formador de becarios, redactores y veteranos siempre ha estado al filo de la noticia y, cuando la ha escrito, lo ha hecho con un absoluto dominio del lenguaje. Más cercano a los trabajadores que a las empresas, siempre fue un enamorado de la profesión. Prueba de ello es que se negó a trabajar en un gabinete de prensa y, cuando llegaron las malas, siguió escribiendo, a tanto la pieza, hasta el momento postrero, pese a haber sido alto directivo de un centón de cabeceras. El éxito siempre le acompañó, fundó Granada Hoy en una ciudad poco dada a la lectura y ahí sigue, vivo, después de quince años. Confío en que Granada, que tanta chatarra concede a figurones insustanciales, tenga un detalle con él. Este duro sentimental jamás se casó con nadie, quizá por eso anoche estuvo acompañado por periodistas de todos los medios. Me limito a contar algo sobre alguien que lo ha contado casi todo. Y a decir que, desde ayer, la verdad, muchos profesionales y yo estamos huérfanos de Ramón. Vendrán más, pero él es el último periodista. ¡Un honor haber caminado a ratos a tu lado, maestro!

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