La Huerta de San Vicente reabrió ayer sus puertas tras tres meses cerrada. Su clausura, en cuestión, estaba motivada por las obras de climatización (pendientes desde hace ya una década). Sin embargo, el espacio ha vuelto a la actividad sin ejecutar estos trabajos. Algunos se preguntarán si aprovecharon la (no)intervención para ahorrarse las quejas de los trabajadores por el frío que sufren en los meses de invierno (y que llevan denunciando años); o si es que se trata de una mala planificación. La residencia de verano de Lorca necesita desde hace diez años un sistema de climatización para mantener una humedad y una temperatura estable propias de un museo. Las consecuencias por no tenerlo se han hecho evidentes en los últimos años: los objetos (entre ellos el histórico piano y el escritorio de Federico) están sufriendo un proceso lento pero implacable de deterioro y sus trabajadores trabajan en condiciones térmicas indignas. Incluso una Inspección de Trabajo instó al Ayuntamiento a resolver el problema del calor tras una denuncia de UGT. Y mientras tanto, el Centro Lorca adolece de personal. Un despropósito. Nada nuevo bajo el sol.

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