Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Rebeldes de botellón

Cuando se toma la taberna por icono en su centro urbano es que la ciudad ha perdido la batalla contra el futuro

Ahora es en Barcelona donde copa en mano se encaran con la poli de turno. Pero también lo hacían en Granada o en cualquier sitio donde el derecho inalienable a la bebida y el alterne de los menores de treinta años se ve limitado por las fuerzas represoras de ese país que si les dejan dejará de llamarse España para denominarse Fiesta.

En este paraíso de las copas, donde es más fácil enganchar bares con discotecas que contratos sólo, se te rebela la muchachada nuit por salir a desfogar del hastío vital que les produce esa larguísima formación sin más horizonte que acabar de reponedor pero con algún doctorado o máster que acredite lo mucho que sabes de aquello que nunca vas a tocar en tu vida laboral vacía.

Incluso las tan socorridas oposiciones, esa claudicación final de todo espíritu que se creyó soñador y con vocación de algo, tienen ya adeptos que cubran el relevo de las generaciones. Mucho mejor será estirar todo lo que de de sí una interminable vida de Peter Pan.

No dan tregua. El centro de la ciudad lo toman a las bravas cada viernes y entre sus callejas dejan su huella en riachuelos que surcan fétido entre el empedrado. Y jijí, jajá, qué risa, qué depre, qué hastío de vida. Cuando el modelo de ciudad toma la taberna por icono en su centro urbano es que la ciudad ha perdido la batalla contra el futuro.

Todo tiene su porqué, su razón histórica con sólo recordar la invitación a venir de cualquier lado a vivir ese botellón perpetuo que fue Granada hace unos lustros. El paraíso de las despedidas de soltero, esa forma chabacana que ahora avergüenza a todos de celebrar el fin de la soltería.

Cierto que la cosa se reencauzó y hasta cerró el botellódromo. Pero en torno a cualquier discoteca en los bajos de cualquier edificio se repite esta orgía de gritos, vomiteras y demás daños colaterales que sufre una ciudadanía más que harta por Pedro Antonio o plaza de Gracia. La situación de va volviendo insostenible pero solo afecta a la depreciación del valor de unos pisos cada vez más difíciles de alquilar al que quiera un mínimo de sosiego mientras se hace la cena o mira la serie del Netflix tan socorrida.

Solo con normativa y policía que la vigila se puede llegar a que el centro no siga en esa pendiente hacia el parque temático que ya asoma en esta deriva.

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