Los últimos en llegar y los primeros en salir. Así se sienten los discapacitados. Tras una historia de silencio y falta de apoyo en los últimos años estaban viendo cómo se escuchaba su voz, de defendían sus derechos y se reconocían sus necesidades. Pero ahora todo está en riesgo. Los recortes se están cebando con ellos y temen que desaparezcan unos derechos que nadie les ha regalado, que se les han reconocido tarde y que ahora se pueden esfumar. Algunos lo dejaron claro a los políticos: si se sentaran en una silla de ruedas un día o vivieran su situación de dependencia por unas horas, seguro que no recortarían en ellos. Lo indignante es que hay miles de sitios de dónde recortar: Defensa, Iglesia, sueldos de políticos, de empresarios, subvenciones amañadas, contratos multiplicados... Pero no, recortan en ayuda a domicilio, en pagar sillas de ruedas o medicación para pacientes crónicos, en financiar los centros de educación especial, en pago a la Dependencia, en residencias, en fármacos, en programas de empleo... El mundo al revés.

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